domingo, mayo 06, 2007

COCINA RAPIDA.

El sábado por la noche, como venía siendo costumbre, diez vecinos de un barrio el cual no citaré por que no quiero, se reunieron para tomar café. Una vez por semana y por distintos motivos, como podían ser mostrar las habilidades de un perro que, ante cinco naranjas, ladraba cinco veces.
O bien un pato que respondía “ cua “ y no antes de que su amo le mostrara dos sombreros, uno blanco y otro negro, expuestos previamente sobre una mesa metálica del jardín.
O también aquel lorito verde el cual, mojado inesperadamente con una manguera, le afeaba la acción a su dueña, gritando “Lola“ “Lola”, al tiempo de agitar las alas en imposible intento de huida.
Otro espectáculo, lo ofrecía un ladino gato negro, que se apropiaba de la comida del perro, tan pronto como se llenaba el plato. y más tarde le impedía comer de los dos platos. A cada intento de aproximación saltaba el gato sobre el lomo del pobre perro marramizando un estentóreo “fu“. Así, sin más ni menos, transcurrían las veladas.
La repetición terminó el noveno sábado. Pero, la décima semana, resultó más sutil. Se decidio por unanimidad la celebración de una prueba de cocina rápida, que tenía por finalidad, poner de manifiesto la habilidad culinaria de los integrantes. masculinos sobre todo. A ese claro fin se encendió la barbacoa del jardín.
Se abrieron las cervezas. José, uno de los más avispados, no sin habilidad, hizo un intento por asar unos pinchitos picantes, con pimienta de cayena, lo mejor de lo mejor
Se abrieron las cervezas, fresquitas ellas.
Manolo, el lanzado, asó unas butifarras de C´al Man, las más buenas donde las haya.
Las emplató con ajos de Pedroñeras, como los ajos que le gustan tanto a Francisco Umbral. ¡Eso sí que son ajos!.. Se descorchó una botella de Chardoniér de Sarral. Eso si que es vino.
Olga, que se había colado y que hacía un régimen así asá, amaño unas gulas del norte en un plis plas, y las sirvió en cazuelitas de barro de color negro. Como se debe, y así siempre, poco y bueno, dijo ella.
Y finalmente coincidiendo con el ambiente...bueno... cargadito,...de un radical en ol, apareció Pedro, un simpático zascandil, que portaba como una original ofrenda un cartón de huevos, gordos, llenos, morenos. frescos ellos Y habló:
¡A ver listos! a que no habéis visto y mucho menos comido huevos de cabra a la plancha. Esto son huevos de verdad.
.- Este está tonto, dijo, una de las cinco esposas de los versados cocineros que no se habían estrenado. A quién se le ocurre ¡Huevos de cabra! ¿Habéis oído?.
Margaritas a los cerdos, susurró el zascandil tratando de no ofender a nadie. He dicho huevos de Cabra, que no te enteras tía.... Rieron hasta los postres.


ROBERTO BORES LUIS
6-12-2003