domingo, noviembre 25, 2007

HA LLEGADO EL AFILADOR

¡ Nena, el afilador ¡, sonó estrepitoso el radio “ cassette “, rompiendo sorpresivamente la suave quietud de la mañana. ¡ El afilador ¡
La llamada de este afilador de hoy, rasura el aire seco y estridente, con el anticipo de la prisa con que, si se da, afilará el largo cuchillo o el hacha destroza costillas del carnicero.
El mecanizado hombre de los cuchillos de nuestros intranquilos días, sobresalta más que subyuga. Se mete en los sentidos, con el tono chinchorrero de la murga de un barbarismo musical incontenible.
El afilador de mi memoria infantil, hacía su presencia con una calma premeditada. Su dulce reclamo se oía, como el canto entrañable del cuclillo en Marzo, deslizado sobre el aire, desgranado en un abanico de armonía de notas cercanas, sugestivas, de falsa lejanía.
Me he acercado al puesto de periódicos, al lado de la carnicería. Mientras el viento colea tras la puerta, la carnicera me ha confiado con su particular filosofía que, el viento lo levanta el destemplado reclamo del afilador, como siempre y cada vez que él, hace su aparición; será coincidencia dice resignada.
Es cierto. Este mes de Julio, sigue también metido cabezón en un tiempo desapacible. Por pocos días espero.
Al retornar de mi corto paseo de nuevo he contemplado, en contraste con el claro azul del cielo, el color ocre de las viejas tejas. La eternidad seguía quieta sobre el zaquizamí.
El origen en su sitio, inmutable, a pesar de las nuevas apariencias, es decir, a pesar de la no verdad, sigue poniendo algo de sosiego dentro de nuestra atribulada alma, algo inmejorable que se resiste a cambiar; nuestra paciencia.

Robert Bores Luís
P de A. Julio de 1993

ESCRITOR

El escritor, ese mono que aprendió a escribir pensando en hacerse adulto, creyó que solo el, era capaz de transcribir sus íntimas vivencias. Vivencias, pensó en su animalidad, de uso exclusivo; de su exclusivo ingenio o sentimiento.
Afortunadamente, otro mono, pensando también en hacerse adulto, aprendió a leer; para reclamar ingenio y sentimiento como propios.
El mono escritor sigue considerando de su exclusiva propiedad sus vivencias íntimas – sus íntimas vivencias – todavía hoy. Virgilio, Horacio y, muchos más fueron adultos también.
Al escritor, mono adulto, le gusta recordar la primera octavilla de cuando se sintió poeta; su primer;

PAISAJE

El trigal erecto, inmenso.
Se confunde el horizonte
El aire, con su sinsonte,
ventea añoso abedul.
Las nubes en su descenso
forman marco con acierto.
Un sol, de brillo entreabierto
se pierde; en el cielo azul.

En el transcurso del tiempo el escritor siente con melancolía, que no le queda espacio para escribir cuanto quisiera escribir. La pluma férrea de su imaginación, se le dobla y deforma sobre la desnuda y fría cuartilla, de sus evocaciones. Evocaciones de dramático pulso al intentar vaciar sobre ella, su alma pletórica de humilde sinceridad.
Escritor. Escritor y caminante perpetuo, con la esperanza de encontrar la posada incierta de su alma gemela y tibia, de su desconocido lector. Posada íntima en lugar ignorado donde pernoctan, a veces dormidos, contradictorios a veces, de dolorosos recuerdos casi siempre, los fantasmas de los sentimientos personales, de los que intenta distanciarse en vano.
El escritor ya viejo, incrédulo ya, cansado de tanta necedad, de tanto camino, espera, - el escritor no se cansa nunca de esperar - , los ojos desconocidos, anónimos, soñolientos acaso, del amable lector.
¡ Escribe ¡, le dicta su desconocida musa; no temas escribir para abrir brecha entre tantos libros lobos como hay. Y el escritor, así aleccionado ¡ qué escritor osaría desoír a su musa ¡ llena el papel de versos, cuentos, ensayos y relatos con sus ensoñaciones más intensas. ¡Escribe ¡.
Háblales del odio duro y seco, del amor que lo llena todo, de la plácida belleza del alma, de la codicia que a tantos embrutece, del temor a la muerte, que a tantos paraliza el ánimo, del propio miedo turbador, de la amistad que conforta, la bondad que enternece, la mentira despiadada...
¡ Escribe ¡ .Escribe sobre la verdad descarnada que nos molesta a todos, la emoción de la esperanza, la envidia que corroe, la ignorancia feliz, el vicio contumaz, la ética voluble, la moral impía, la libertad imposible.
Y ell escritor escribe, escribe hasta que, un día, la vida sobre el papel, se le queda atrás al escritor; en un otoño amable, castaño, de hojas secas.

Robert Bores Luís
P de A. 28-10-1994

EROS PRESIDE LA TRÍADA EN EL OLIMPO

En la densa lejanía de la olvidada inmensidad del tiempo, los dioses se han reunido. El bello adolescente, hijo de Hermes y de Afrodita, les ha reunido de nuevo. Preside Eros con un dolor divino por haber tenido que abandonar, por poco tiempo bien es cierto, sus amadas Espóradas, Patmos y Rodas, sobre todas ellas.
Eros, el dios del amor, turbado por un sentimiento de dolor casi humano. Más no está aquí para hablar de sus excelsas penas, si es que las tiene.
En la ancestral mesa ejecutiva del Olimpo, el dios del amor y de la pasión heredada de su bella madre, expone sus quejas a los otros dioses. Se lamenta Eros, ¿ puede un dios lamentarse ? de que algunos escritores, hombres y mujeres de la subespecie humana, según la opinión del joven dios, le han prostituido.
Le siguen prostituyendo todavía hoy, su concepto del amor y por ende, de la acción de amar. Los hombres, les dijo a los dioses, enmarcan en el término “erotismo” incluso la pornografía. Tras sus medidas palabras, el silencio caía gravemente, como una pleitesía de la esencia de todos los dioses, hacia otro dios de su propia esencia..
Para apoyar su argumentación Eros, abrió solemne uno de tantos libros eróticos apilados a su derecha, y de una página cualquiera elegida al azar, leyó;
..”.y los turgentes pechos de la joven mujer, surgidos bruscamente avivaron, en un afán irrefrenable, la pasión del hombre.” Guardó un breve silencio para, luego de meditar lo leído, repetir:
..”.y los mórbidos senos de la bella, escapados, huidos de una timidez contenida, tan bella de por si, como sus propios virginales senos, inundaron de ferviente amor el amoroso pecho de su amante.”
...! EUREKA ¡ - exclamó Artemisa, hija de Zeus y de Latona, hermana gemela de Apolo, protectora de la castidad y de la naturaleza, recién llegada de Ëfeso.
...! EUREKA! – repitió entusiasmada. Eso debió de escribir.
...Eso suena muy cursi, hijo, habló su madre, la hermosa Afrodita. Hermes, tu padre, no se hubiese unido a mí sin pasión, ergo, seguramente tu, no hubieses nacido. Además, no estarás pretendiendo que se anulen las Fiestas en mi honor; las Afrodisías.
... No digo eso - replico Eros - soy consciente de que la belleza, la procreación y la misma vida, deben preservarse.
Atenea y Hera, miembros honorarios de la Tríada que completan con Zeus, se miraron sin hablar. Pero las esposa de Zeus, el padre de todos, como protectora de la mujer, defendió que, “ la pasión no debe destruir el objeto causante de la pasión, porque sería dijo, como destruir el amor mismo”. Sería – acabo por decir – como prostituír el amor.
Hermes, el esposo de Afrodita, padre de Heros, rió quedamente: No olvides que el amor es, ante todo pasión. No obstante, creo que la primera lectura, resulta obscena comparada con la segunda.
.. Así es - concedió Eros – de hecho deriva en erotomanía , es decir, en delirio erótico; ergo entramos en el reforzamiento de mi punto de vista. Ello demuestra que mis argumentos son válidos y al propio tiempo, mis quejas también son fundadas.
....Tu, Dionisos – señaló Eros – al dirigirse al dios del vino, eres en gran medida, el causante de que la obnubilación en el amor, o mejor, del acto de amar, destruya la parte espiritual del tan pretendido amor. De forma que, sin amor, no existe la espiritualidad.
...Hijo mío – siguió Afrodita, amar no es siempre espiritual aunque debiera serlo, y te recuerdo que, el odio de destila del amor amargamente.
En tanto Dionisos, (Baco), sorbía lentamente el rojo vino de su alta copa avanzó;
... No es el vino la causa de la obnubilación. La cuestión es mucho más simple. ¿Hay o no hay amor ? por que difícilmente el vino aumenta o disminuye el amor, si antes el amor no existe. Se puede amar sin pasión pero no hay pasión sin amar.
.. Y la pasión ciega es también amor – concluyó tajante Afrodita – mirando a Zeus - con la subyugadora autoridad que le confería su seductora presencia..
... Más, la pasión – añadió Zeus – el padre de los dioses, padre de Dionisos también, concebido por Sémele su ninfa esclava, padre a su vez del musageta Apolo, la pasión puede ser tan fuerte !es tan fuerte¡ rectificó el viejo dios mirando a Latona, que puede dominar a un dios. Es decir, podríamos hablar, no solo de la pasión de los hombres, sino también de la pasión de los dioses.
... De hecho ya han dominado a ese dio, recalcó Hera, cruzando su mirada con Afrodita. ( Esta, esbozó una imperceptible sonrisa de complicidad )
Artemisa, la hermana gemela de Apolo, permaneció callada, como un silencioso y respetuoso homenaje a Zeus, su estimado padre; el dios polígamo; los dioses nacen de los dioses, pensó
Siguió Eros leyendo de otro libro:
..”Cuerpo contra cuerpo y cuerpo sobre cuerpo. El roce de la carne, hacía más lascivo, el contacto irrefrenable y violento.” Y lo expresó así;
...”El cuerpo, enervado en un sereno y continuo escalofrío, producido por el breve contacto de la proximidad del cuerpo del otro ( y de la otra alma ) –añadió – tiembla sorprendido, feliz en su realidad y en su dulce ensoñación.”
...! Bravo ¡- exclamó entusiasmada Artemisa
... Sigue siendo cursi, afirmó de nuevo Afrodita.
....Eso mismo, con un poco de vino, hubiera resultado heroico, opinó Dionisos.
...”.Ella es libre de hacer lo que quiera con su cuerpo”..seguía Eros leyendo
¡ Qué desagradable ¡, concedió Atenea. Eso es el amor destilado, que tu padre te señaló con anterioridad.
....Abominable, dijo Era, decidida protectora de la mujer.
....Tengo que admitir que, efectivamente, ahí había vino, opinó Dionisos. Vino amargo.
...”.Ella es libre de sentir todas las sensaciones de su cuerpo, definitivamente suyo” seguía sugiriendo Eros.
Oscurecía cuando Afrodita le pidió a Apolo, hermano gemelo de Artemisa, que les iluminara con su luz. Así lo hizo el bello Apolo, durante un segundo interminable, con su luminosa sonrisa.
Más abajo el sol, se abrillantó en un corto segundo... y la noche siguió extendiendo sus sombras; sobre toda la tierra.
Roberto Bores Luís
P de A. Mayo de 1994

domingo, noviembre 11, 2007

LA DESCONSOLADA VIUDA DE DON NICOLÁS.

Don Nicolás. Notario, hombre tranquilo y sosegado, acababa de morir después de sufrir un infarto de miocardio. A la vista de su saludable aspecto, nadie hubiese podido imaginar una desenlace así. Algunos de sus más cercanos pensaron que, el enfado que le produjo la factura de la empresa constructora, había sido la causa que le provocó el irreparable y trágico infarto.
Don Nicolás, rodeado de toda la familia en una celebración onomástica, decidió ensanchar la escalera que, desde el amplio vestíbulo de la casa, ascendía a un lado del salón , hasta la primera planta de su magnífico palacete. Había decidido trasladar el piano de su hija mayor para situarlo bajo el amplio arco de la escalera.
Y todo por que su hija mayor apreciada concertista, ensayaba durante ocho largas horas cada día. Don Nicolás pensó que, con el piano en la planta baja, las notas le llegarían amortiguadas con lo cual disfrutaría de mayor tranquilidad, durante su ineludible dedicación a su Notaría, su mundo profesional en el primer piso.
Su propia hija se opuso a esta decisión toda vez que, las visitas así como los miembros de la familia, se reunían habitualmente en el amplio salón, muy cerca de donde se encontraba su valioso, estimado y sonoro Pleyel. Ella creía que, sin quererlo, interferirían en sus estudios; pero no consiguió doblegar la férrea decisión impuesta por su amado padre.
Y todo por que, Gloria, la hija mayor, tan sensible como temperamental, interpretaba el Concierto de Varsovia con tal entusiasmo que, su reciente fallecido padre adjetivó siempre, como un intempestivo ardor musical. La repetición continuada de las obras clásicas, hasta dominarlas virtuosamente en sus menores silencios, le llegaban a producir a Don Nicolás, la dulce saturación de su alterado ánimo. Dulzura que al final, devenía congoja, pues sobrecogía su alma hasta hacerle flotar en un mundo irreal. En este limbo se sentía perdido e intemporal, hasta el extremo de sentirse angustiado. Don Nicolás hombre de escrituras, contratos, y asociaciones, al comparar su actividad con la de su hija Gloria, la suya, la intuía plebeya.
Por esta razón, más de una vez, repetía " el genio cansa. Doy fe "
La señora viuda reciente de D. Nicolás amaba la música clásica aunque, como su difunto esposo, no era capaz de soportar el genio de Wagner. Lo mismo que al otro extremo no soportaba a Azorín, a quien había decidido no seguir leyendo desde hacía años. Granados, Liszt, Chopin y Tschaikoswsky seguían siendo sus compositores favoritos. Los maestros italianos la transportaban a otro mundo; Verdi Giuseppe, Donizzetti. ¡ Oh, Mio Dío !. A los valses de Strauss les perdió la devoción a medida que su juventud fue pasando, si bien a pesar de todo, luchó por mantener vivo su romanticismo.
Pero ahora, la tristeza, invadía la casa. La casa toda. El piano cerrado, brillando magnífico en el rincón, había enmudecido. Habían cesado sus notas armoniosas, aquellas que perdiéndose y resonando estancia por estancia, pasillo por pasillo, pared por pared, hasta el jardín trasero de la casa, la habían inundado de dulce y armoniosa paz. Incluso el surtidor de la fuente, aparecía seco, de ignorado rumor, perdido su encantamiento, huérfano de la notas de Granados. El brillo de las flores y el parterre, aparecían tristes, desolados...La tristeza más fría, desde ahora, habitaría la casa.
En la primera planta, familiares, amigos y conocidos rodeaban el féretro en silencio. La escalera volvió a aparecer estrecha, por la cantidad de ramos y coronas recibidos. Los deudos se observaban con expresión lastimosa, perdidos en su propia lastima. Algunos sonrieron levemente, al encontrarse intentando romper el tedio de la dilatada y triste espera. Se miraban, se volvían a mirar escrutando el rostro de los otros, tratando de encontrar en ellos, cualquier sentimiento que no fuera una fría indiferencia. Los más viejos no cesaban de observar a aquella niña que acababa de entrar en la pubertad vestida con medias negras.
Todas las mujeres presentes, apenas terminar de secarse los ojos, recurrían al espejo de mano, para limpiar el rimel corrido de sus pestañas.
La Sra., viuda de don Nicolás, Notario, situaba las flores sobre el negro féretro de su amado como tratando de conseguir, el mejor efecto visual. Un grupo de empleados de la Notaría, se movían solícitos en su intento por ayudar a sostener los ramos de flores.
Los niños seguían alejados del lugar en donde D. Nicolás, Notario, el abuelo, yacía. La vida es dura - cuanto antes lo entiendan mejor – había insistido la abuela. Los más pequeños, observando desde el ancho pasillo, no entendían por qué ni para qué, los situaron allí ; todos y cada uno, primos y hermanos, lloraban.
Un retrato de D. Nicolás, el cual presidía la estancia, oteaba desde la altura. Más de un deudo, amigo, o conocido, apartó la mirada de sus ojos de tela. Parecía como si dejara caer la ataraxia de su mirada sobre su propio ataúd.
¿ Está realmente ausente, el que hemos dado en llamar, el ausente ? – se preguntó más de uno - después de bajar la vista del enorme cuadro.
El sobrino inglés de D. Nicolás, fumaba pensativo, pensaba...no sé...no sé...si la herencia dará para pagar siquiera el billete de avión. Su prima, la virtuosa del piano, la artista tan sensible, perecía estar interpretando su pensamiento; la distancia crea estas actitudes – pensaba ella – ya no hay color, es mejor ser fuertes – se convencía sin llegar a convencerse – pensando que perdemos la humanidad inmersos en la anomia ciudadana que nos ha tocado vivir.
Aparecieron los empleados de la empresa funeraria. Alzaron el cajón, un bello cajón, pero un cajón, con la pericia infalible, habituada a manejar lo inerte, de los conscientemente indiferentes. De pronto, las notas inconmensurables y solemnes de la Marcha Fúnebre de Chopin, como un póstumo homenaje de la hija mayor del muy estimado D., Nicolás, Notario, para sorprender a todos, ascendieron cadenciosas desde el hueco de la escalera.
Uno de los portadores del féretro, dio un traspiés. Inesperadamente, tambaleó el ataúd y estuvo a punto de venirse al suelo.
Rompiendo el sobrecogedor silencio, la voz ensimismada y ausente, de la viuda de D. Nicolás, Notario, exclamo en voz alta; ¡ menos mal que se le ocurrió ensanchar la dichosa escalera ¡

Robertboresluís
PdeA Octubre de 1994