domingo, junio 29, 2008

¿ HABLAMOS DE ZORROS ?

El hombre, en aras de magnificar su deslumbrante capacidad de sugestión, ha procurado semejarse al zorro. El raposo, sólo por que el hombre lo ha establecido así, se ha convertido – y solamente para el hombre – en el símbolo de la astucia. Afortunadamente no es más que otro nuevo símbolo,-valga la repetición - de una inacabable simbología aberrante.
La astucia del zorro no es más que una vaga referencia . Es astuto como un zorro, hemos oído decir reiteradamente. Astuto como un zorro ? Como un zorro de las fábulas de Esopo ?
Durante muchos años fui cazador. Dejé de cazar después de que, un día, convencido de que marraría el tiro, destrocé sin apuntar, un gordito gorrión posado en la rama de un manzano recién plantado, de escaso medio metro de altura.
Zancajeando por horcajos y portillos de la montaña, descendí desencantado al almendrar. Una vez allí, debajo de un almendro, medio bañado por el ardiente sol del medio día, se me hizo presente un joven raposo; perdido y exhausto. Caído a mis pies y deshidratado, no parecía herido pero sí muerto de sed. Abatido como estaba, ni siquiera intentó moverse. Al no dispararle pude compensar, aquel nefasto e indeseado, vil asesinato anterior.
Cuando lo encontré iba en dirección contraria a la situación de una balsa, la cual sobre la verde y pujante hierba, no cesaba de borbotear agua por una de sus esquinas. Cercano a la refrescante sombra de un nogal, reposé más tarde. Cuando descubrí al animal, el agua, manaba a menos de cincuenta metros por detrás de él, a veinte metros a la derecha de la derrotada vulpecula.
Esa bestia no tenía absolutamente nada de astuta. Si no hubiera yo saciado su sed hubiese definitivamente perecido; sin cazadores a su alrededor.
Para la zorra es fácil cazar una gallina – la gallina no vuela – lo más difícil es abrir un hueco en la red metálica del gallinero. Es bien cierto que no había gallinas bajo los almendros pero sí conejos, perdices, ratones, palomas y un basurero próximo con las gruesas pisadas del jabalí. Este zorro, este al menos, tenía la sutileza de su astucia de tras de sus puntiagudas orejas, es decir; ninguna.
Igual que el raposo, el humano llamado astuto, también es incapaz de emplear su capacidad depredadora para agarrar la ocasión por los pelos, si no está dentro de su territorio de caza, léase de mangoneo. Lo peor del supuesto astuto consiste en, querer ignorar la agudeza de sus supuestas victimas, su sagacidad, las cuales le descubren sin remisión, por su falta de ética. Y si en algún caso se tratara de cuadrar números para qué les cuento. Lo que algunos llaman astucia no es más que oportunismo. La astucia así, desnuda, no existe.
Contra lo que normalmente se acepta, la astucia, no es una forma de aplicar la inteligencia, ni un particular ejercicio de ingenio. Si prescindimos de la ética, basta solamente la decisión de urdir una – o bien varias tácticas aviesas – y nada más que aviesas, dirigidas a la obtención del objetivo. En este supuesto, la astucia, va dirigida a materializar el engaño. No hay sutileza en este proceder, más bien dolo.
El más ignorante, inculto y necio, si se lo propone, es capaz de acechar, si emplea una táctica ominosa. Se trata pues de sorprender – mejor – traicionar la confianza del otro. Fuera de la Ley o dentro de ella. En este caso la astucia significa subterfugio, escapatoria. Estas dos condiciones no integran en sí ningún tipo de sutileza; zafiedad si acaso.
En nuestra Historia tenemos personajes que fueron sagaces. Unos, lo fueron al huir de las calamidades, del peligro inminente, como salvaguarda de su vida o de su amenazada libertad, por zafarse de la fuerza y de la tiranía. Si mataron, lo hicieron en defensa de su vida, no para subyugar a los individuos de su grupo o comunidad. Por esta razón, cuando los fuertes se unieron a los más fuertes, nacieron las religiones.
Por esta misma razón, ingenuo será aquel que, confiando en la supuesta ética de su interlocutor – ahora enemigo – sacrifica su libertad, su propia ética, en beneficio de otro. Los astutos no lo son tanto como ampara su definición, a pesar de que haya quien les considere triunfadores – negocian siempre con la necesidad – en su beneficio exclusivo. La astucia, en múltiples ocasiones, no es más que pura inmoralidad, un conjunto de actos ominosos. Los astutos, en igualdad de condiciones no juegan nunca, lo cual a veces, les convierte en sagaces.
Pero otra cosa es, planificar una estrategia efectiva, profesional y ética, encaminada a la obtención de un marco social, de claros beneficios sociales lo cual, a pesar todo, no evitará los bienes particulares en gran medida.
Si la astucia, tanto cuánto algunos la defienden fuera una virtud, ahora mismo la humanidad, debería ser muy virtuosa. “ Ad aperturam libri “


Robert Bores
P.de A. 28-6-97

EL VIERNES, NIEVE

La nieve seguía cubriendo la tierra. Las calles de Pontematus, pueblecito de montaña, seguían desiertas. Desde la buhardilla de su casona, dominando el amplio patio de la escuela y la casa de su vecino al otro extremo, una casa de una sola planta de muros de piedra y rojo tejado, Sebastián venía observando la actividad de su vecino Marco.
Marco, enfermo de un riñón aparecía a diario ante los ojos del alguacil mientras llenaba de nieve un capazo, para seguidamente ascender por una escalera de mano, desde la terraza hasta el depósito del agua en donde, con mucha dificultad lo depositaba.
El sorprendido alguacil, ante la rara e inacabable tarea del vecino, llegó a preguntarse cien veces la razón por la cual el enfermo de riñón efectuaba tan innecesario esfuerzo. Un esfuerzo que a todas luces, tenía que resultarle de una dureza extrema. La nieve seguía cayendo sobre Pontematus, sin que por ello, cesara la actividad ni el trajín del consabido vecino.
El extraño proceder se había iniciado a finales del mes de Diciembre, en días festivos y muy ociosos y el alguacil Sebastián, empleado del Ayuntamiento por más señas, no entendía aquella tan repentina afición por la nieve. Y no la entendía porque sabía que Pontematus, no padecía escasez de agua ni sequía de ningún tipo. Sobre todo porque la red de distribución de agua potable, era una de sus múltiples obligaciones de servicios de mantenimiento. Esta era la cuestión.
Mientras la curiosidad del semioculto buhardillero aumentaba, decidió conocer, si es que existía, el motivo del forcejeo de capazo y nieve. A este intento de investigación se unió el ferviente deseo de descubrir, y no a través del ejecutante, el motivo del inadecuado proceder de este.
La tarea se le antojaba fácil. Puestos a saber, qué es lo que no se sabe en un pueblo tan pequeño.? Esta misma mañana había admitido esta certeza. Luego del paseo matutino, desde el Ayuntamiento hasta el depósito general del agua, los contenedores de basura, cartón y vidrio, la visita a la panadería, - para que su esposa no se molestara en pisar la nieve – la pancarta colgada en la Plaza Mayor anunciando el partido de fútbol del domingo, como así mismo el anuncio de la Procesión de Cristo para la noche del sábado. Todo ello sin espectadores, pues las calles seguían desiertas durante el recorrido, lo cual no suponía ningún obstáculo para que su ya citada esposa, le recitara todo el trayecto al llegar la hora del almuerzo; sin ella salir de casa.
Después de almorzar, en el Café de la Cooperativa único lugar de reunión de la mayoría de los bigardos, volvió el funcionario a su pesquisas. Dentro del local, debajo de la pantalla de la televisión colgada de una plataforma adosada al muro, en una mesa esquinada, un numeroso grupo luchaba en un intento por jugar al mus. El griterío y los improperios de los que formaban pareja atronaba el local; se supone por los errores cometidos en el juego.
Imposible poder entablar una conversación desapasionada. Decidió volver al Ayuntamiento, un edificio grisáceo semejante a una fortaleza, levantado en la margen del río detrás del cual, excepto los huertos, las escasas edificaciones existentes, se mostraban igualmente grises. Desde la altura del Paseo de la Iglesia, pudo ver a otro hielero, esforzado en la rara ocupación del traspaso de la nieve hasta su elevado depósito del agua. Qué imperiosa y desconocida razón obligaba a aquellos convecinos - con el frío que hacía - a efectuar ese raro proceder ? – se preguntó de nuevo.-
Decidido a descubrir la causa, se acercó a la Oficina de Correos, un cuartucho miserable de apenas tres metros cuadrados, repleto de paquetes y papelotes.
---, ¿Qué pasa ?- quiso saber el cartero – No me digas que no hay agua.
---, Ya ves, con tanta nieve.
---, Pues por eso. Dos he visto, empecinados en llenar de nieve sus depósitos de agua, terminó por decir Juanjo, el cartero, que acababa de repartir casi toda la escasa correspondencia del día.
---, Y qué te han dicho ? – el alguacil –
---, No, si no he hablado con ellos.
---. Se me hace muy raro. ¿Habrán perdido la cabeza ?
---, Pues ahora que lo dices, al menos Marco, sí.
---, Pues anda, con el riñón que tiene...Por cierto, tengo un certificado para él.
---, Espera, voy y le pregunto.
En tanto que Sebastián esperaba pacientemente el regreso de Juanjo, se acercó este a la vivienda de Marco.
---, Marco López, don Marco – gritó como de costumbre – un certificado.
---, Qué hay – desde el tejado –
---, Certificado. Certificado de Tarragona.
---, Aparta – desde arriba – que baja el capazo...
Una vez hubo descendido Marco del techo, preguntó Luís:
---, No hay agua o qué ?
---, Agua, toda la que quieras.
---, Lo digo porque, como veo que llenas el depósito de nieve...
---, Claro hombre, es mejor que esa porquería de cloro que no es nada bueno.
---, Y la nieve sí – inquirió el cartero -.
---, Vaya un cartero que sabe leer, y desconoce que la nieve es un depurativo .
---, Depurativo. Quién te lo ha dicho ?
---, Quién me lo va a decir, pues el médico.
---, De verdad te lo ha dicho el médico.?
---, Se lo dijo a la Dolores, la del Pepe. Ella también sufre del riñón.
El cartero recordó que efectivamente, Pepe, también usó el capazo, pero recordó que lo del depurativo se lo dijo el guasón del practicante; no el Doctor.
Cuando regresó a Correos, Sebastián, se había ido. Pero el día siguiente, el alguacil que seguía con su particular investigación, dio en pasar por delante del domicilio del cartero y cual no sería su sorpresa, al verle arriba y abajo cargado con el capazo de nieve:
---, Pero bueno, os habéis vuelto todos locos.?
---, Lo ha dicho el médico, chico, la nieve es un depurativo excelente.
---,El médico? No habrá sido el practicante ? quién por cierto, es un guasón...terminó por reír Sebastián.
---,Cuándo lo dijo ?
--- Pues, el, el, pasado viernes
--, El viernes, el día 28, de Diciembre ?
--, Exactamente si, el día 28, - por la mañana –fue capaz de añadir el cartero.
---,Ya me parecía a mí, pensó el alguacil, quién de sobras conocía al guasón del practicante.
Y seguidamente, sin decir ni hasta luego, se alejó riendo como hace un niño travieso, como si hubiera roto de una inocente pedrada el cristal olvidado de una vieja ventana de un viejo corral. El 28 de Diciembre era el Día de los Inocentes.
Desde la cercana lejanía ¡¡ INOCENTES !! le pareció oír al cartero.


Robert Bores
P.de A. 11-2-97.
( Mis cuentos rurales )

OBSESIÓN VERDE

Se había perdido en el paisaje. En una nebulosa del paisaje. Su cuerpo diminuto, ante el inacabable lago que le nacía en los pies, permaneció asombrado.
La cenagosa laguna de agua verde, espesa, reluciente y al mismo tiempo oscura, con ondulaciones magnéticas, arrastrando la superficie como una barrera de frente pegajoso, continuado y muy persistente. Un oleaje capaz de tragárselo todo.
La superficie es verde con un fondo casi negro. Cuando se agita desde el fondo se agita toda ella, como una gigantesca burbuja gomosa, desde el primer impulso.
El flujo, luego de difundirse atornasolado, termina en un verde amarillento. Sobre este amarillo humoso, no se aguantan los pájaros ni las libélulas, como tampoco las moscas ni los mosquitos, y todavía menos las mariposas.
El enano inconsciente, clava una larga caña dentro de la amarilla superficie, como un intento de experimentación. Luego de intentar sacarla, permanece derecha, rodeada de un verde pegajoso, para poco más tarde, hundirse en un crac- crac seco, duro, hasta desaparecer.
El enano nada más oye el silencio, un silencio sonoro, alucinante, casi verde. Le envuelve hasta hacerle comprender que se encuentra solo. Pero piensa que no debe de ser verdad.
Retorna a su casa. El verde de las cortinas del salón, le recuerda el otro verde. Aquel verde amarillento. Con ese inesperado recuerdo decide volver al lago verde, sumergido en la penumbra del verano, el verano de fuera, aquel que recuerda la hierba verde de su jardín, detrás de las ventanas, y retorna al lago, a aquel extraño lugar en donde se había convertido en un pequeño punto.
Clava una larga caña de nuevo. Se embadurna detrás de ella, ante la boca bivalva y viscosa de un sapo gigante, grosero, especializado en trocear enanos.
El enano ve su cara reflejada en los globos de los ojos sobresalientes. El había creído que, aquellos ojos esféricos eran verdes, como su obsesión, pero demasiado tarde, descubrió que eran irisados en un tono ocre. El bípedo se volvió verde, de miedo. La boca de gigantesco sapo verde, roja .De sangre.
Por la noche, el agua del lago se vuelve como una piel, una corteza estática, que tapará con su mantel verde. El enano no llegará a saberlo, no obstante, haberlo pensado antes.


Robert Bores
P.de A. 22-11-1996
De “Mis cuentos rurales “

ZOAR, EL OJO QUE VUELA

Zahorin, el esclavo que se enamoró de Zaida la hija de Abbas, perseguido por los hombres más fieles del jeque, en un intento desesperado por salvar su triste vida, llevaba cinco días y cinco noches perdido en la inmensidad del desierto.
Zoar, la joven águila, surcaba el espeso aire sobre la cabeza de su amo, con un balanceo lento, majestuoso, sin apenas aleteo. Abajo sobre una roca, Zahorin le seguía con los ojos enrojecidos por un sol irrefragable, mientras esperaba su vuelo en picado. Pero Zoar no descendía. Deben de estar muy cerca – se decía – pensando en sus perseguidores., eso es lo que intenta decirme Zoar; por eso no desciende.
Por dos veces, los soldados de Abbas estuvieron muy cerca de capturarle, más Zoar, el ojo que vuela, le había advertido con su chillido desde lo alto. Ahora, los jerifes, que no cesaban en su acoso, estaban cerca de conseguirlo de nuevo. Debía abandonar las rocas, pues ese iba a ser el lugar en donde aquellos le buscarían.
Tres días antes, se había visto obligado a sacrificar el camello, robado de las cuadras del rico jeque, para sorber los jugos del estómago de la noble bestia, hasta apagar la sed que hervía inclusa en su cerebro. Luego, recortó con la daga parte de la piel del sufrido animal, para confeccionar dos mocasines, los cuales anudó a sus hinchados tobillos, con tiras de la misma piel. La grasienta superficie, consiguió aliviarle el ardiente dolor que sufría en los pies.
Luego de enterrar al camello tanto como pudo, se alejó del cadáver pisando con extrema suavidad sobre la candente arena con los pies protegidos por la lanosa piel, con el único fin de borrar sus recientes huellas.
Un resto de las jifas y huesos de las costillas los enterró más adelante, dejando descubiertas parte de ellas, para que se pudrieran bajo el sol abrasador. Seguidamente depositó, sobre los huesos, la mitad de su largo turbante, en un último intento de la simulación de su propia muerte. Retrocedió hasta donde terminaba el rastro del camello, para regresar a un centenar de metros de las cercanas rocas, en donde borró todas las huellas. Después se enterró, dentro de un amplio hueco, entre la ardiente arena.
Horas más tarde, los perseguidores habían encontrado el camello enterrado. Sus negras siluetas, desfiguradas bien que recortadas sobre la duna más cercana al camuflado y provisional escondite, no cesaban de aproximarse a la roca desde donde horas antes, Zahorin seguía observando a Zoar. El águila oteando desde la altura, dejó escapar su agudo chillido, el cual obligó a levantar la cabeza a los perseguidores. Estos, convencidos de la proximidad del huido, siguieron atentamente la derrota del vuelo huidizo del ave, atalayando desde la altura de sus camellos, por debajo del amplio círculo del vuelo sobre el agrisado y ya frío desierto. Si el águila está aquí, él está aquí, muy cerca de aquí, pensaron los perseguidores.
Zahorin, sumergido en la todavía agobiante arena, seguía observando el zigzagueo de los siete jinetes, a lo lejos, frente a su nublados ojos. Uno se separó del grupo, descendió de la cabalgadura y escudriñó el cálido perfil arenoso..De inmediato enfiló hacia la posición del desconocido escondite. Entretanto el grupo de jinetes, seguía bajo los círculos que el águila describía desde un cielo donde las estrellas se asomaban al azul. El ave rapaz, con un vuelo lento, como si hubiera de intuir el instintivo peligro de la situación, no cesaba de alejarse más y más de las rocas, hasta desaparecer tras el perfil sinuoso de las dunas más lejanas.
El rastreador separado del grupo, envuelto entre un brusco oreo de haces polvorientos de escasa luz, llegó hasta dar con el camello enterrado. Hurgó la descompuesta tierra con la punta de su cimitarra, hasta despegar el turbante de entre los restos putrefactos, en un intento por hallar el moreno cuerpo del perseguido. De inmediato, el olor nauseabundo que aquellos desprendían, le obligaron a desistir.
El perseguido que seguía inmerso en la arena, luego de un nuevo intento por ver, lanzó una larga exhalación mientras sentía la sangre fluir en su cabeza y se detenía en ella en un sopor interminable. Debía seguir esperando a que llegara la fría noche que la proximidad del ocaso le anunciaba. Zoar había desaparecido entre azules y rojos irisados.
Su más cercano perseguidor, luego de rastrear las escasas huellas, entablilló las patas delanteras de su cabalgadura y, obligando al animal a sentarse, se desprendió del tahali para acomodarse a la escasa sombra del camello, cercano donde Zahorin se ocultaba.
Este, entre las sombras perentorias, con la cautela del felino asesino, calibrando la más mínima posibilidad de error, presto para asestar a la cercana víctima la dentellada mortal, se arrastró lentamente y se incorporó esgrimiendo la mortífera daga en su mano, en el helado silencio que la tensión ampara, propiciando el trallazo de la mortal mordedura de la serpiente, cuando el bereber, tirando del turbante que cubría su cabeza, soltó inesperadamente su larga y negra cabellera.
¡ Zaida !
¡ Zahorin ! – se oyó - en un contenido y jubiloso grito
Mi padre me obligó a venir - habló Zaida temblorosa – para que presenciara tu muerte en este maldito e interminable desierto.
Desde el estrellado cielo, un chillido estridente, les obligó a levantar los ojos hacia arriba. Zoar, la joven águila, descendía en un velocísimo picado.
Cruzó por sobre la pareja, para terminar su raudo vuelo en circulo, en un balanceo lento, majestuoso, sin aleteo apenas.


Robert Bores
P.de A 24-06-2008

UN TUERTO, UN DESCONOCIDO, UN BURRO

Una tranquila mañana que, se llenaba de la tibia dignidad del sol, gozando complacido en su deber cotidiano, un hortelano llamado el Valiente, trabajaba en su huerta cercana a una estrecha carretera, en las afueras del pueblo.
El eco del estrecho tubo de escape del motor de la motocicleta de Luis, un muchachote tuerto residente en el ya mencionado y cercano pueblo, atrajo su atención. Levanto la cabeza al tiempo de oír la voz que le gritaba.
---¡ Valiente ! ¡ te van a robar los melones.! ¡ Vigila !
--- No lo creas - respondió el Valiente-. No van a poder robármelos.
---,Ya verás como sí...se oyó entre el petardeo del silenciador de la moto que se alejaba lentamente hasta desaparecer.
El Valiente, que desde hacía algún tiempo, sospechaba de la reiterada presencia del tuerto, fue consciente ahora de la posibilidad de sufrir un robo. Al día siguiente, a la misma hora, la huerta se despertó con el ruidoso eco de la máquina, la cual nuevamente conducía el tuerto.
--,Valiente, te quitarán los melones – volvía a repetir-
Tanta insistencia por parte del muchacho, llevó al Valiente, a apostarse en su barraca, con la firme decisión de evitar el expolio y detener al insospechado ratero o bien a los insospechados rateros. Así, convencido de que, aunque el ladronzuelo no podía de ninguna manera ser el tuerto, con escopeta y manta, montó la guardia en el melonar.
La tercera noche, una noche de luna clara, se le hizo presente un extraño visitante, el cual cabalgaba un asno, equipado de alforja a banda y banda.
--, ¡ Alto ! - quién sois - gritó el Valiente al tiempo de encarar la escopeta.
--, Me he perdido, estoy perdido, hizo por fingir el caballero, amparado en la oscuridad de la noche.
--, Hacia dónde os dirigís – tronó de nuevo – la recia voz del Valiente.
--, Voy hacía el pueblo, respondió más tranquila, la voz del recién llegado.
--,Ah, bueno...seguidme.. ordenó el dueño del lamedal con una mal disimulada impaciencia.
Tras la espalda del escamado guardián, anduvo el pollino portando al desconocido en su estrecho lomo. Llegados a la carretera, encendió el hombre del borrico un cigarrillo mientras la llama relució un largo instante. El Valiente, que seguía delante, descubrió un continuado reflejo, pero al volverse, no fue capaz de descubrir los rasgos de la fisonomía del desmañado jinete. Pero el reflejo no terminaba de cerrarse en la cabeza del Valiente. Bueno, dos reflejos, un reflejo, ¡ qué más da ! terminó por pensar.
---,Seguid derecho -siguió hablando el Valiente -.girad a la izquierda y el camino, os llevará al pueblo.
---Gracias, muchas gracias. Qué suerte he tenido de encontraros. Por cierto – preguntó el perdido – en un intento colmado de solercia para alargar la conversación con un claro deseo por ganar más tiempo - ¿ qué hacéis en la propiedad a estas horas -?.
---,Vigilar los melones – ronzó el Valiente - en un tono que sonó rayano en el enfado. Váyase de una vez, que... tengo frío...
El supuesto extraviado, siguió la carretera y, luego de observar como el hortense desaparecía en la penumbra, giró a su derecha y fustigando al solípedo, se adentró en un bosquecillo próximo.
En ese mismo instante, se desató el murmullo jocoso y bien contenido de sus compinches, los cuales de forma diligente, colmaron de melones las alforjas del asno. En su solapada huída, la noche; los tragó.
El Valiente, sin reponerse aún, de la sorpresa que le había causado la aparición de aquel extraño personaje, sin sospechar el robo tan siquiera, se metió en la cabaña y luego de saborear un trago de seco vino tinto, se acostó.
Por la mañana, sonó el petardeo de otras veces... seguido del seco y breve estruendo de un cartucho.
El bizco sigue vive de milagro. A punto estuvo de quedarse ciego.


Robert Bores Luís
P.de A. 17-10-97
De, (Mis cuentos rurales.)

lunes, junio 16, 2008

LA SUERTE DE LOS OTROS

Un veterinario que volvía de la Feria, sin ninguna intención por hacer camino, a la salida de un pequeño pueblo, se detuvo en la Fonda. Un granjero, criador de una numerosa piara de cerdos, se acercó a la mesa, donde el veterinario, indiferente y sólo, tomaba su café.
---, Escúcheme, le sorprendió. Quiero decirle que le estoy muy agradecido por haber salvado de la epidemia mi granja de cerdos. Ha salvado usted mi patrimonio, mi familia, incluida mi honradez. Quiero darle las gracias.
El veterinario, sorprendido por el agradecimiento que, por segunda vez, le mostraba el granjero manifestó que, lo que había hecho no tenía ningún mérito, pues a parte de otras consideraciones, era su trabajo.
---, De acuerdo. Si deseáis aceptarlo con esta naturalidad, ya me está bien. Pero os lo quiero agradecer. Tomad lo que deseéis, que pago yo.
---, No hace ninguna falta – habló el sorprendido veterinario – De todo el pueblo nada más vos sentís agradecimiento, los otros no han tenido tanta suerte.
---, Dejad a tranquilos a los demás. El que os debe agradecimiento soy yo.
---,Yo también os doy las gracias- hubo de responder el veterinario-
---, De ninguna manera, - insistió el propietario de la porqueriza -; os quiero hacer un presente.
---, ¿ Un presente ?
---, Es lo menos que puedo hacer...
---, No hace falta hombre. No os lo toméis tan a pecho.
---, Mire, siguió aquel peculiar campesino, yo soy viejo y hace muchos años que padezco del corazón, y...todavía...tengo... otro problema .
---, No sufra que vivirá más de cien años, siguió bien amable el sanador.
---, Que Dios os escuche. Vos si que sois joven y estáis bien sano.
---,Por cierto, preguntó el técnico ¿ qué problema tenéis?
---, Es un problema que nunca en mi vida había pensado que podía padecer, medio rió el otro. Y de inmediato, con un acercamiento intencionado y malicioso le preguntó.¿Qué haríais su os hubieran tocado dos cientos millones de pesetas.?
---, El joven veterinario, con una risa desbocada, observando la mirada de complicidad del granjero, no sin esfuerzo, intentaba descifrar el propósito de tan extraña interrogación. Luego de un segundo, con un tiento desmesurado para no herir la sensibilidad de su inefable interlocutor, fue capaz de responder: la mitad os la cedería a vos.
---,Eso mismo he pensado yo. El pasado viernes me tocaron. A continuación le alargó un papel que se había sacado del bolsillo diciendo: aquí tenéis un talón de cien millones de pesetas.
El veterinario que despreocupado, sorbía el último trago de café, lanzó un soplo hacia delante, y se quedó inmóvil.
A veces, la suerte de los otros, resulta ser una dramática desgracia.
Ante semejante e inesperada circunstancia, el dadivoso granjero, se hizo cargo de las costosas exequias, eso sí.

Robert Bores Luís
P. de A. – T -15-06-2008

DOS COPITAS DE ANÍS

Como de costumbre, madrugado precipitadamente del refugio para pedir su copa de anís, Juan se acercó a la barra. Luego de un momento de serena impaciencia, el camarero sustituto del dueño por un día, le acercó lo deseado. El citado Juan, que gozaba de una fama de persona informal y se le conocía por su avidez por disfrutar inmediatamente de cualquier cosa, en tanto que el atareado camarero iba y venía de uno a otro lado, lanzó una mosca viva, que ocasionalmente volaba sobre la transparente copa, dentro de la citada.
Al momento, mostrándose enfurecido, favoreciendo el tumulto desbordado de los presentes, le hizo llegar al joven camarero, su simulada y a la vez razonada queja. Este, notablemente sorprendido y pidiendo disculpas, procedió no sin una dudosa convicción, al cambio de la copa de anís. Sin retirar la copa con la ennegrecida mosca.
El descarado, un aprovechado de aúpa, se metió de golpe la copa al cogote, sacó la mosca de la otra copita, y con un movimiento estudiado y rápido, se tragó el contenido de un golpe todavía más seco.
A continuación, con un gesto colmado de suficiencia, de un jarro de agua cercano a su lugar, colmó la ya vacía copa del repugnante insecto.
En un impreciso instante, otro joven que también pidió una copa de anís, llevado seguramente por una biológica necesidad imperiosa, que no le permitió detenerse, se dirigía al “meódromo”, al parecer una estancia poco aseada, según se desprendió de la actitud que se reflejaba en la cara del usuario, en el momento de regresar a la barra.
La copita solicitada la había depositado discretamente, el ya nombrado Juan. Sin pensárselo dos veces, no obstante haber olido el contenido del blanco cristal, el recién llegado, lo tragó de golpe. ¡ Agua ¡ Esto es agua- gritó.
El camarero, obligado a disculparse de nuevo, aunque confundido, llenó con diligencia una nueva copa. ¿ Cuánto es ? – preguntó “ un poco mosca “ el parroquiano.---,
Nada, se disculpó el camarero- Hoy invita la casa...
Seguidamente Juan, cuando el desconfiado cliente hizo intención de salir, le siguió y golpeando con suavidad su espalda, casi le arrastró hasta la calle.
¿ Qué ha pasado ?- dijo simulando un desmedido interés.-
Pues que me ha servido agua.
No se lo tenga en cuenta, ese camarero es un chico muy simpático.
Despistado si que lo es, respondió el otro.
Pues mira ahora que lo dices tengo que darte la razón; es un buen principiante.
Novato si que es. Seguramente más que yo mismo.
¿ Quieres decir ?- respondió Juan – en un intento por disimular su irónica risa.
¡ Vaya par de jamelgos ! - se oyó desde la barra –

Robert Bores Luís
P.de A. 7-11-l997

EL JUICIO MÁS RÁPIDO

A la Corte de un Rey de un país mediterráneo tan alegre como divertido, lo cual quiere decir trágico por necesidad, dos jóvenes intrépidos que vivían en una casa de campo, solicitaron audiencia. Acusaron al propietario de un melonar de haberlos perseguido a tiros una noche.
---, Nos podía haber matado, se lamentaron.
Hizo comparecer el Rey al propietario del melonar, un hombre de falsa apariencia física, encorvado y viejo. Este, acompañado del mayor de sus nietos, se acercó lentamente hasta situarse ante la augusta presencia.
Preguntó el Rey - ¿ Habéis disparado contra estos jóvenes ?-
---, Sí, Majestad – respondió el anciano – por tres veces...
---, Aceptáis entonces vuestra culpa ?
---, Es culpable quién defiende su propiedad de los ladrones ? – respondió a su
vez el encanecido –
--- ¡ Es ciego !,- le advirtió a su Majestad – un cortesano.
---, El acusado, después de oírle –respondió; soy ciego pero no sordo...
--- Y si sois ciego, a quién disparabais ? – preguntó de nuevo el Rey –
--- Al aire Majestad – respondió el ciego...


Roberto Bores Luís
P.de A. 25-10-96

HOMBRE, REVISOR Y ENAMORADO

Ella seguía estando allí, como cada mañana. Envuelta en su serena belleza digna y recatada. En el mismo lugar de cada día, a la misma hora del día. En el mismo vagón del mismo tren.
A poco, cuando el convoy comenzó a traquetear sobre el monótono chirrido del riel, apareció el hombre:
---, Billetes, por favor...
Los largos dedos de la bella mano de la joven mujer de presencia exquisita, inundaron de femineidad la estrecha estancia. La delicadeza de esa mano, de gesto reposado, volvió a impresionar al hombre, nuevamente. ¡ Qué ternura en ese ademán tan sencillo y repetido ! ¡ Qué serena mirada, la que cada mañana, se habría a su vida ¡...
El corazón del todavía joven, inmerso en una leve ensoñación, volvió a latir con un ritmo nuevo, alegre, desconocido. En el transcurso del tiempo, había esperado el nuevo día, ansiosamente, para seguir sintiendo aquel nuevo y extraño palpitar, que le hacía sentirse otro hombre, un ser distinto, especial, más bueno.
Los ocasionales viajeros de ese tren, lo notaron también. Ya no exigía el billete. Si algún pasajero se demoraba en ese gesto desganado, seguía al siguiente viajero, al tiempo que la premura y la precipitación, hacían que los billetes, muchas veces, escaparan de sus temblorosas manos.
Volver, retornar al compartimiento en donde ella estaba. Volver, le ordenaba una voz apremiante que nacía en su interior, anclada en el ansioso torbellino de un tierno y desconocido amor.
Tras el cristal de la puerta de entrada, los soñadores ojos de la joven seguían recorriendo pausadamente, las páginas de un libro. Desde el pasillo entornó sus ojos el hombre, con el ferviente deseo por robar la imagen de la bella, para contento de su callado y a la vez sufrido amor.
Transcurrieron muchos días.¡ Qué lentos pasan los días de espera para un corazón enamorado. !
Más, una imprecisa mañana, la blanca toga sobre la cabeza de la mujer trocó, con sorpresa y con dolor, la dulce presencia de la bella. ¡ Qué amargo es el desengaño ! ¡ Cuán amarga es la lágrima que se desprende de él.!
¡ Oh Dios ! qué lacerante, qué agridulce tormento.
Te quiero, con el tierno amor con que se quiere a un niño, sentía el muchacho bien adentro de su alma.
“ Sé que soy libre de amar, cuando los demás aman, leía la novicia.”
Por qué no puedes darme a mí el amor que le das a tu Dios?- seguía preguntándose.
“ Soy libre cuando deseo amar a quien yo amo. “
Por qué no puedes quererme con el mismo intenso amor humano que te profeso?
“ Soy libre al pensar que puedo amarte, pero sé que no debo amarte. “
Me mata tu indiferencia. La frialdad de tus sentimientos, destrozará mi vida.
“Amar es doloroso, pero, amor es dolor. Te recuerdo que, quién bien te quiera...te hará llorar “...leía la novicia, la joven monja.
Entretanto, el tren, seguía con su acompasado traqueteo, con el chirrido de su destino unívoco; libre.

Robert Bores Luís
P. de A. 15-06-2008

domingo, junio 01, 2008

DIOS, EFICIENCIA Y LOCURA

“ El hombre considerado a partir de su cerebro, como la mayor causa productora de efectos, es muy capaz de un efluvio creador de emanaciones muy sutiles “
Desde el invento de la rueda y mucho antes, el hombre, no se ha detenido para idear mecanismos, procesos o sistemas, como la meta de un futuro evolutivo y complejo; es decir, inteligente.
Con todo y aceptar sus logros, la eficacia de sus actos de creación, resultan excesivamente contrarios a la eficiencia que debió seguir, de forma ineludible, al acto eficaz con que se ejecutaron.
De manera que, intentando originalmente resolver un problema o creyendo haberlo resuelto, lo complica, lo distorsiona y al final, lo agranda para obtener una pesada cadena de problemas derivados del primero, Hasta terminar en el transcurso del tiempo, espacio en cuyo lugar, la eficacia debió de alcanzar el concepto de eficiente para considerarse progreso, finalizar abocado a un cúmulo de dificultades absurdas, de superior entidad a las que intentó resolver en su intento primario.
Aceptemos no obstante, lejos del entorno de la aparente negatividad de este mi ensayo, que si bien el hombre ha sido, es, y probablemente, seguirá siendo eficiente es decir, ha conseguido solventar problemas a los que se aplicó en resolver, está dando muestras constantemente, de una deficiencia de carencias subjetivas graves.
¿Será debido a la ausencia de formación humanística, o es simplemente egoísmo.?
Parece que, una vez resuelto un problema, el que fuere, hipotéticamente, no llega a intuir el verdadero alcance de sus actos, o bien desea ignorarlos, haciendo corto, cercenado e inalcanzable el éxito final, pues antes de llegar a él, o después, se convence íntimamente - ausente de dignidad en demasiadas ocasiones - del éxito de sus logros, a pesar de que la realidad de los hechos consumados, le resulte contraria, o bien contradictoria en mayor medida. Es la eficacia subyugada por la falta de eficiencia en la propia eficacia. Es la paradoja constante:
Ese mismo hombre, ha producido abonos excelentes, para lograr un incremento singular de todo tipo de cosechas, de la ganadería, y ahora pretende realizar la clonación humana, pero no ha sido capaz de evitar el hambre de más de la mitad de los individuos de su propia especie. A parte de otras consideraciones morales ineludibles, intenta sentar a nuevos seres humanos, a la mesa universal de la perentoriedad cotidiana. Ya veremos cuantos problemas teratológicos se derivan de este proceder.
Pero tampoco hace falta incidir en estos ejemplos tan seculares, solamente hemos de contemplar la evolución de los cochecitos, tan bonitos ellos, con una potencia que raya la locura, cuando la velocidad la estamos limitando a 80 Km., por hora.
El incremento de la productividad, el tan cacareado estado de bienestar, está consiguiendo dejar a los obreros brazo sobre brazo,(a esto, algunos lo llaman la cultura del ocio ),evitando entre otras consecuencias mucho más graves, que ese mismo obrero no tribute al mantenimiento del entramado social, ni que consiga a la vez, consumir los bienes producidos por el mismo conjunto social, al cual pertenece y es parte integrante. No obstante, ese mismo hombre, sigue llamándose sociólogo a sí mismo. Habrá sin duda otras consideraciones de tipo social y económico, pero que no cambian el resultado.
Este hombre tan inteligente y moderno, tiene sobre su cabeza quince millones de grados de calor, los cuales ha prácticamente ignorado, mientras se tostaba, debajo de ellos indolentemente, durante su supuesto crecimiento evolutivo.
Por el contrario, la energía, sigue siendo más y más cara. También hemos podido oír un anuncio de una compañía eléctrica asegurando “ que lo hemos hecho bien “ hemos ganado 24.000 millones de euros“ y poco más tarde, cuando nuestro Ministro de Economía ha manifestado que “ los números no están saliendo bien “ pues las compañías eléctricas le han solicitado un nuevo aumento de las tarifas, el cual se ha concedido, aquel primer anuncio ha suprimido, la parte que hace referencia a los beneficios, para decir “ hemos invertido tantos millones.”. Otra secuencia de lo determinado más arriba de este escrito, y que corrobora toda falta de tacto pero en este caso, no la falta de su pretendida eficacia en su mentira, como se pone de relieve.
El proceder de este hombre genial, que sigue anclado en su inconsciencia, y que desde su lugar de privilegio, nos sigue considerado a la mayoría, sumergidos en la ignorancia mas supina, cree perpetuarse, aunque sólo sea en el sentido de alargar, escasamente, su estancia en este globo que llamamos tierra.
No llegaré a entender nunca, como una Presidenta de Comunidad, puede decir ante un micrófono que con ocho mil euros al mes, no llega a fin de mes, cuando la mayoría de oyentes, viudas entre ellos, a su vez votantes, perciben tres cientos escasos euros al mes. Quién seguirá votando a esa genial presidenta.
El hombre de hoy, entre los que me encuentro, con especial pragmatismo, ha extrapolado el hambre física, la miseria de su sangre, a su codicia voraz para aumentar la miseria del alma; e insiste – insistimos - en llamarse digno. Sigue encerrado en su sinapismo, para obtener resultados no prácticos; al final ¿Qué harían los trabajadores sin empresarios? Y qué hacen los empresarios sin trabajadores ahora que se llenan la boca con el nuevo concepto de inteligencia emocional. Contratos basura sin firmar ?
Claro es que, los hombres vivimos en la inmediatez del momento, inmersos en una miopía de irresponsabilidad colectiva. En este orden de cosas nos damos de cara a diario, con inteligencias de distinto peso, pero al final de los finales, caemos en la cuenta que, salvo honrosas excepciones, seguimos siendo en un concepto generoso y amplio, igual que los monos, más grandes, más pequeños, pero monos, Inteligencias limitadas, unilaterales, - observen la política – en todos sus intentos para conseguir el poder. Prometer; prometen.
¿ Es nuestro estómago, con sus malas digestiones, la causa de este pernicioso dolor de cabeza. ?. Algo de eso habrá para que la esencia oblativa de nuestra humanidad, resulte tan mezquina.
¿ Y Dios?. ¿Existe Dios ? ¿Es Dios eficaz y eficiente ?
No será que nosotros, los hombres, achacamos a Dios la falta en nosotros de aquellas cualidades definitivas, sin cuya existencia no entenderíamos el significado del término inteligencia.? Se da el caso que Dios, nos ha hecho eficaces y eficientes, tanto como es necesario, por los menos. Por qué entonces, no lo somos siempre, en lugar de parecerlo en contadas ocasiones. No nos repetimos nosotros, que estamos utilizando escasamente el 5% ( ahora se dice que es el 10% ), de la capacidad de nuestro cerebro. El hombre es deficiente, la humanidad es deficiente; no Dios. Solamente hemos entendido “la supervivencia del más fuerte”; como los animales.
El hombre no es más que un aprendiz de la vida, del proceso limitado de vivir. Aprender o mejor, aprehender, es entender que no todo es posible, y que lo posible, no conseguirá llegar a ser posible, sin dignidad.
Y para que ustedes vean la diferencia sutil entre los conceptos que cada uno de nosotros aceptamos como posibles, les pongo un ejemplo. Las palabras de un, digamos conocido escritor contemporáneo, al cual se la he ocurrido decir desde su supuesta excelencia que, “ le dan asco las flores”...Hay otros mundos, sin duda, que están en este.


¡ La cultura visible,
saber y ciencia,
la flor secreta de la conciencia.!
¡ Ay ! mi ilusión dorada,
mis ideales,
la rosa más hermosa;
de mis rosales.

Robert Bores Luís
P. de A. 24-05-2008

NI REALIDAD, NI VANIDAD, NI SUEÑO

Templó su corazón, con un latido sosegado, para colmar levemente sus ánsias de eternidad. Ansias de eternidad sumergidas entre las sombras y las luces de su vida, perdidas en la mitad de la olvidada presencia de un lejano crepúsculo del alba.
Y soñó. Con Adan, el barro primigenio que habria de llenarnos a los futuros padres, con ese mismo barro que embruteció a sus hijos y habría de embrutecer a nuestros propios hijos. Qué duros los milenios de un tiempo sin final, en donde lucharon tres, donde hoy miles de millones luchan.
No fué la vanidad, ni tampoco un deseo ferviente, fué un deseo desconocido e ignorado, circunstancial, el pecado de la sufrida Eva. Fué principio y final. Fuga, la fuga inesperada y precipitada, el camino imperfecto de la lucha por la vida, el abatimiento de la paloma huida masacrada entre las flores, en un día nublado de esperanzas. La tan conocida y esperada esperanza de la repetición de los siglos. los mismos siglos que habrían de llegar, inexorablemente, muchísimo más tarde.
Pero llegaron hasta nosotros, o aún mejor, nosotros llegamos a ellos, como tantos irán llegando hasta un esperado, y definitivo final. Para unos triste, para los más imprevisto, para la mayoría incomprensible.
Y no será la manzana, esa dulce y enrarezida fruta de hoy y de siempre que la historia nos ha hecho llegar con el determinante y a la vez temido universal pecado, la que nos hará entender, aquel pecado, como la causa de nuestro inacabado, doloroso y esperado final.
Nos contaron la historia de un mito cosmogónico con la intención de obligarnos los mistagogos, a comprender una relidad incomprensible. No a conocer el real sentido del suceso, sinó más bien para que entendieramos la responsabilidad que, la mencionada manzana en boca de la serpiente, un referente malvado, pretendía hacernos entender,
Un enunciado a priori validado por su lógica interna, sin referencia a hechos externos o a la experiencia.
No somos capaces de entender la diferencia que sigue existiendo entre el amor captativo y el amor oblativo. Creemos que lo merecemos todo, que nos lo deben todo, cuando la realidad nos apercibe que debemos ganarlo todo con nuestra lucha personal; amor, dinamismo, esfuerzo y conquista. Sin perspicacia, sin el secreto egoísmo que se oculta tantas veces detrás de un acto aparentemente bueno. La oblatividad no domina. La mentira piadosa, puede llevar a la inestabilidad personal y al sentido de culpa.
A pesar de todo, no hemos llegado a comprender, ni tan sólo, la definitiva responsabilidad a la cual, debíamos sucumbir en el futuro, que nuestra especie acumulaba. Una responsabilidad innata en los seres vivos pensantes, más imperfectos que la de los seres inferiores, unas bestias que son capaces de morir por defender su descendencia, en tanto que el tan conocido ser inteligente, es capaz de abandonar a sus recien nacidos; este es el gran pecado.
El gran pecado que la irreal realidad, envuelta en vanidad, está destrozando las ensoñaciones, las esperanzas, mientras el tiempo huye. Entre tanto vamos a seguir viviendo de promesas, de falsas promesas, tergiversando la realidad, haciendo comprender lo incomprensible, recusando la autoridad de unos y de otros que es muy fácil recusar si no se tienen plazas en el foro. Oir, ver y callar, seguirá siendo la consigna del humano, del humano poderoso que envolverá su poder en el creciente marco de una globalización empedernida. El tan soñado desarrollo. Mejor es no pensar. No pierda el tiempo pensando en la manzana. No vale la pena.
No puedo comprender como Dios necesito crear a dos seres a su imágen y semejanza de un trozo de barro, cuando había creado un mundo tan inimaginable como el universo infinito que todavía sigue en su interminable expansión, después de millones de años.
Creo sinceramente que este Ser Superior, creador del universo, no necesitó crear del barro, si no más bien que su determinante decisión fué la causa decisiva para incentivar el desarrollo y crecimiento de nuestra inteligencia. Una inteligencia recortada por la vanidad propia, la única razón que, por su incontenible sentido de la fuerza persiste en dominar esa misma razón.
Siento cada vez más cerca la presència de un Dios, racional, generoso, definitivo hasta el punto de entender, ya sin pensar, en la inutilidad del pensamiento negativo, la presunta y vana intención amorfa de la negación de la existencia de un creador absoluto, que la mayor parte de los aceptados inteligentes de hoy se empeñan en negar.
Cómo, me decía un inculto pero a la vez inteligente ciudadano, ¿cómo podemos afirmar que nos falta masa encefálica, si no la hay ? Somos incompletos, indeterminados, falsos, engreidos. Seguimos viviendo en una determinante posición de plano liso, con el único fin del interés por nuestra buena vida, aunque sea robando sentimientos. Y todo por qué ? Por la mayor potestad que un Dios generoso, nos ha confiado; el libre albedrío, la libertad, esa libertad que entre todos seguimos cohartando.
Ser libre no presupone dominar a los otros, ser libre significa conceder la libertad , una libertad generalizada que ha de llenar de comprensión a todos los demás, sin olvidar la preferencia de la bondad, el bien más definitivo de nuestra existencia. Todo lo que sea incrementar el poder a pesar de los demás, ahogar el desarrollo de la vida, aún materializando las posibilidades de desarrollo industrial, servirá bien poco para la evolución de la humanidad, por muchos green y piscinas que construyamos. Eso es solamente, o debería ser, un camino bien asfaltado para evitar el tropiezo, no para ocasionar una catástrofe única y permanente.
¿ Pero, de verdad, somos libres.? Ciertamente. Sólo tenemos que ver la entrega misericorde de tantos y tantos seres, Los Ángeles de este miserable mundo, sin armas y sin dinero, decididos a entregar el esfuerzo incondicional de sus propias almas, al servicio de los más necesitados. Pensemos en la ingente labor que desarrollan. “ Ayudemósles; de una vez.


Robert Bores Luís
P.de A. 29-05-2005