domingo, agosto 31, 2008

QUIÉREME

Llévame contigo
en tu recuerdo.
En tu manera de ser
lleva la mía.
Eleva tu alma a Dios
y quiéreme.
El día aciago
en que mi muerte llegue,
cese pues mi vivir
si no te siento,
si no beso
tus labios encendidos
cuando, al mirarme
en tus ojos ;
en ellos no me mire.
Robert Bores Luís
14-05-1998
De mi libro “Amor, existencia y muerte”

domingo, agosto 10, 2008

ESCRITOR

El escritor, ese mono que aprendió a escribir pensando en hacerse adulto, creyó que solo el, era capaz de transcribir sus íntimas vivencias. Vivencias, pensó en su animalidad, de uso exclusivo; de su exclusivo ingenio o sentimiento.
Afortunadamente, otro mono, pensando también en hacerse adulto, aprendió a leer; para reclamar ingenio y sentimiento como propios.
El mono escritor sigue considerando de su exclusiva propiedad sus vivencias íntimas – sus íntimas vivencias – todavía hoy. Virgilio, Horacio y, muchos más fueron adultos también.
Al escritor, mono adulto, le gusta recordar la primera octavilla de cuando se sintió poeta; su primer;

PAISAJE

El trigal erecto, inmenso.
Se confunde el horizonte
El aire, con su sinsonte,
ventea añoso abedul.
Las nubes en su descenso
forman marco con acierto.
Un sol, de brillo entreabierto
se pierde; en el cielo azul.

En el transcurso del tiempo el escritor siente con melancolía, que no le queda espacio para escribir cuanto quisiera escribir. La pluma férrea de su imaginación, se le dobla y deforma sobre la desnuda y fría cuartilla, de sus evocaciones. Evocaciones de dramático pulso al intentar vaciar sobre ella, su alma pletórica de humilde sinceridad.
Escritor. Escritor y caminante perpetuo, con la esperanza de encontrar la posada incierta de su alma gemela y tibia, de su desconocido lector. Posada íntima en lugar ignorado donde pernoctan, a veces dormidos, contradictorios a veces, de dolorosos recuerdos casi siempre, los fantasmas de los sentimientos personales, de los que intenta distanciarse en vano.
El escritor ya viejo, incrédulo ya, cansado de tanta necedad, de tanto camino, espera, - el escritor no se cansa nunca de esperar - , los ojos desconocidos, anónimos, soñolientos acaso, del amable lector.
¡ Escribe ¡, le dicta su desconocida musa; no temas escribir para abrir brecha entre tantos libros lobos como hay. Y el escritor, así aleccionado ¡ qué escritor osaría desoír a su musa ¡ llena el papel de versos, cuentos, ensayos y relatos con sus ensoñaciones más intensas. ¡Escribe ¡.
Háblales del odio duro y seco, del amor que lo llena todo, de la plácida belleza del alma, de la codicia que a tantos embrutece, del temor a la muerte, que a tantos paraliza el ánimo, del propio miedo turbador, de la amistad que conforta, la bondad que enternece, la mentira despiadada...
¡ Escribe ¡ .Escribe sobre la verdad descarnada que nos molesta a todos, la emoción de la esperanza, la envidia que corroe, la ignorancia feliz, el vicio contumaz, la ética voluble, la moral impía, la libertad imposible.
Y ell escritor escribe, escribe hasta que, un día, la vida sobre el papel, se le queda atrás al escritor; en un otoño amable, castaño, de hojas secas.

Robert Bores Luís
P de A. 28-10-1994

ATARDECER

Se me hizo presente el final de una tarde de verano que luego de una larga jornada laboral, me había obligado a pasear por las calles de Barcelona mi estimada ciudad. Por esas calles ensordecidas como resultado del progreso y las actividades mundanas. Sin prisa, sin ninguna intención de detenerme, ni tan siquiera para tomar en un bar una bebida refrescante y mucho menos para leer un diario que no había tenido ocasión de leer en todo el santo día, hasta llegar a la parada del autobús de la misma Diagonal Fue un encuentro casual e inesperado que se produjo cuando empezaba un lento paseo por la corta calle de Tuset. Después de tantos años desde que dejé de ser su alumno de séptimo de Bachillerato, su figura, no daba muestras de haber cambiado su majestad estática.
No se sorprendió al verme. Me pareció increíble que me reconociera, después del largo tiempo transcurrido, y todavía más, que siguiera manteniendo aquella actitud de suficiencia ante mi presencia de cabellos encanecidos, como si el recuerdo siguiera estando presente sin ocultar ni uno de los aspectos alegres de la pubertad del recordado momento en que fui su alumno.
No se sorprendió, bien que plantada ante mí como una especie de sufridora determinante que espera no se qué o a no se quién, continuó observándome impávida e inalterable. Intenté rememorar aquellos tiempos de nuestra juventud pero me demostró sin paliativos que no era el momento apropiado.
Todavía seguía siendo bella si bien su imagen ya lucía unas pequeñas arrugas. El paso del tiempo no nos perdona cuando recubre la ilusión la patina de la soledad. Yo seguía queriendo recordar aquellos tiempos y circunstancias vividos en el Instituto, cuando ella era mi profesora de Historia, decidida a no perder su autoridad frente a unos niños de diecisiete años, impresionados por su escultural presencia femenina.
Me parece recordar que todos la amábamos, cada uno a su manera, unos por su cultura, los más por su belleza,- en aquel entonces era también muy joven- los más por un deseo carnal incomprensible e indeterminado que, sin saberlo les despertaba el desconocido fuego de su sangre joven.
Ahora, como siempre, aparecía plena de seguridad, una seguridad alejada, firme, decidida a afrontar el peligro que inesperado, surge de las esquinas todas las noches.
En ese preciso instante, perdido en mis recuerdos de estudiante, su mirada me obliga a sentir un incomprensible y a la vez frío menosprecio. ¡ Vete niño ¡- me pareció oír dentro de mí – “estoy esperando a un hombre “. Y todo sin palabras, lo dijo con su fría mirada.
No esperaba eso Yo no pretendía nada. Me recreaba en los mil recuerdos de mi lejana época de estudiante. Unos recuerdos nítidos colmados de una admiración sin límites. Puede ser, pensé, que la vida no la haya tratado demasiado bien. Que haya perdido parte de la fe en la entereza de su propia estima. No lo entendí, aunque pensé que la dureza de la vida nos hace cambiar a todos nuestro concepto del sentido de la esperanza. Lo que estaba meridianamente claro, era que aquel momento, no era nada apropiado.
Luego de un impensado deseo de no despedida, seguí caminando lentamente hacia el autobús de la línea siete en la mencionada Diagonal. Más tarde, unos segundos más tarde, un frenazo violento me despertó de mis recuerdos. La atropellada era ella, estaba magullada, pero estaba viva. De nuevo las circunstancias de aquel, para mí, encuentro jubiloso, no habían sido las más apropiadas
El hombre, o la mujer, caminando solos entre miradas saben que pueden perderse , pero rara vez aciertan con la esquina.


robertboresluis@hotmail.com

domingo, agosto 03, 2008

LA MÁQUINA

Como podía esperarse, la técnica, esa conocida maravilla del progreso humano, sigue deparándonos su inmediata utilidad, pero al mismo tiempo, extravagantes sorpresas.
Hasta ayer mismo, disponíamos de topo tipo de artefactos los cuales, excepto las máquinas para matar, han sido creadas para hacernos más soportable la vida.
Como podíamos esperar, repito, el mono de la inmediatez de nuestros días, luego de haber anteriormente empleado los utensilios del goce manual más simple y solitario se ha topado, con la ayuda del ordenador, con la máquina de la “fellatio”. Con la cantidad de problemas personales y de vivencia que el llamado ser humano lleva arrastrando a lo largo de su existencia, me permito pensar que ha de ser un completo éxito.
Señoras y señores “ ha llegado el descafeinado “. Ahora si que podemos olvidarnos y prescindir de dos mil años de nuestra pretendida civilización. La vida cotidiana, la miseria de vivir, si deseamos decirlo así, es bien sencilla.
Usted, amable lector, puede encontrarse en el mercado una mañana y tener la ocasión de oír y escuchar cosas insospechadas. En el referido teatro, en esta representación, aparecen dos empleadas de la misma pescadería, deshaciéndose en improperios, se supone en contra, de una tercera y desconocida fémina.
Pues resulta que, en el momento en que una de las empleadas deposita un bolsa de plástico colmada de restos, en el fondo del contenedor, una de ellas, ha descubierto una berenjena embutida en un preservativo. De color rosa, eso sí; “relata refero “Es una historia que usted podía haber oído mientras compraba un manojo de ajos, o cualquier otra cosa, incluidas todas las pequeñas e inesperadas ausencias de los componentes precisados al cocinar su plato preferido.
Ángel Silesius, el autor de las Poesías Espirituales, escritas alrededor del año mil seis cientos, ya nos lo dijo “ la más grande de las maravillas de la vida es indudablemente el hombre. El puede ser, según lo que haga, dios o demonio. ¿Implicaciones morales ?. Todas las que ustedes quieran.
Quiero seguir pensando que, LA MUJER, en mayúscula, seguirá con todo y a pesar de todo, siendo la más grande maravilla de esta vida. In-du-da-ble-men-te. Acaso es comparable a una máquina, la ternura del corazón que se refleja en la dulce mirada de unos ojos?
Ni amor, ni técnica. Frustración; y...nada más. Huída, por si acaso...

Robert Bores y Luis
P.de A. De- Mis reflexiones-
21-05-96

EL VISITANTE

Se había perdido. Volvió a consultar el plano de carreteras con la intención de descifrar el solitario lugar en donde se encontraba. Pensó en retroceder, en volver para atrás, pero ante el cansancio que sentía y la oscuridad de aquella hora tardía, decidió esperar hasta la llegada del nuevo día.Luego de reposar toda la noche, se incorporó entumecido. Abandonó el automóvil. A su espalda se alzaba un viejo y, en parte, desmoronado castillo. Decidido a conocer si alguna persona se encontraba en la fortificación, cruzó un verde prado, hasta llegar por un estrecho camino, hasta la entrada de la antigua fortificación. Sin intención de golpear la puerta, los herrumbrosos goznes de la pesada madera, crujieron lentos y sorpresivos, hasta permitir su entrada en el amplio interior.Antes de traspasar el húmedo umbral, el ocasional visitante dudó por un momento, hasta conseguir dominar el temeroso sentimiento que le atenazaba. En el interior un cegador resplandor, terminó por forzar su curiosidad, una inesperada curiosidad, que precipitó su entrada en la grandiosidad de la desconocida estancia. La puerta, detrás de sus espaldas, terminó por cerrarse lentamente.Fue entonces cuando pudo ver, una pantalla electrónica gigante encendida, desafiante, cegadora. Escudos, armaduras, espadas y leyendas, se hicieron presentes. Desde la pantalla, rozando la banda derecha, colgaba un pendón rojo “ Visitante pobre bueno, pero inculto no “, se permitió leer en las sabias palabras escritas en oro.Delante de la misma pantalla, hay una redonda mesa de madera. Situado en el centro del gigantesco diámetro, se destaca un monitor con su negro teclado. Está conectado, cuando en el centro de la brillante pantalla, el visitante, puede leer: ACRÓSTICO : EH CREMA. Como instrucciones en el monitor, se puede leer; Acróstico, no se abrirá, la puerta de este Castillo, sin descifrarlo. Por cada error, desde la base inferior de esta pantalla gigante, se disparará una flecha envenenada. “ Suerte “El asustado visitante observa a su alrededor, mientras el silencio, se hace más estremecedor. No hay nadie, tendría que ver a alguien, pero termina convencido de que, ante el impensado y escalofriante reto, nadie le ayudará. Sobre la mesa, cercano al monitor, hay un pergamino, y un tintero junto a una larga y coloreada pluma de ave.En el pergamino aparece escrita una palabra. El trazo de la escritura es caótico, muestra evidente de que con anterioridad, más de uno, ha intentado resolver aquel extraño acróstico. La primera línea dice; EH CREMA. La segunda HER-MECA.El visitante se sienta en la butaca, en el centro ovalado de la expansiva soledad de la mesa interminable, cuando empieza por leer las dos líneas. Abandona la rústica butaca de repente, mira detrás de ella, esperando encontrar una flecha, bajo la sombra de la gran mesa. No encuentra ninguna, en la madera de los muebles cercanos, no hay señal alguna. Atemorizado por el pánico grita – ¡ un cadáver ¡- pero no lo ha encontrado todavía. Toma el yelmo de una armadura, se protege la cabeza, para reposar sobre la butaca de nuevo. Las dos palabras siguen parpadeando en la luminosa pantalla... y escribe; HER-MACE...y de repente...¡ zoom ¡ la primera flecha...¡bang! el estrépito en el yelmo. El ensordecido jugador descubre su cabeza, deposita el pesado yelmo sobre la mesa, y se alza en un intento de vana huida, para pasear por el inmenso salón, sin dejar de pensar en el maldito acróstico.Inesperadamente, en un rincón oscuro, descubre un gramófono, como olvidado, no obstante que sobre aquel, no aparece ninguna mancha de polvo. Lo hace funcionar. Deja caer la aguja al principio del disco. El disco vuelve a girar, desde el principio, “guar - da il ma - re co - m´é bel - lo “ se oye cantar al tenor. ¡ Sí, el mar !... el mar, se había perdido en un carretera sobre las rocas del mar.La aguja sigue girando sobre el disco brillante. El cantante se escucha melodioso, mientras canta: “ e tu di – ci”io par - to ad - di - o Tàl - lon – ta - ni dal mio co - re, ques – ta ter - ra dell´ a – mo -re, hai la for - za di la - sciar...” En ese momento, la pantalla, vuelve a parpadearTe quieres ir.¡ Puedes irte.! Interpreta el visitante envuelto en su desesperación. ¡ Tienes la clave para marcharte ! El agobiado corre hacia el monitor, toma la pluma de ave, y escribe: Primera línea, EH CREMA. Segunda línea HA CEMER. Tercera línea CHE MARE. El En el teclado, el visitante acierta a escribir, CHE MARE. El monitor parpadea, segunda, CHE MARE, tercera CHE MARE. El gramófono se dispara...” Tor -na a Sur – rien - to non far - mi mo - rir “ La pantalla gigante vuelve a lucir, cuando con un seco roce lento y sonoro, comienza a abrirse la puerta. Detrás de ella, estalla el sol. El visitante huye alocado y al cerrarse la puerta de nuevo, no puede contener las lágrimas. Le llora la conciencia de un hombre nacido con cien años. El viaje a Italia, lo recordará; por siempre y para siempre. Dentro del castillo, la voz del gramófono, potente y bien melodiosa, seguía sonando..”.non far - mi mo - rir ¡....Qué bella, qué triste melodía, seguía repitiéndose en su feliz huida, aquel culto visitante...
Robert Bores y Luís
P. de A.11-10-1996 De- Mis cuentos-

LA CLASE DE ETICA Y LA CABELLERA DE CRISTO

Desde muchos años, en el interior del aula escéptica y exageradamente fría de la escuela, se instruía a las alumnas sobre la asignatura de Religión. La hermana Concepción de la Virgen María, la profesora titular, seguía mostrándose ante ellas, como aparecía de costumbre; seca e implacable.Sus jóvenes alumnas, de edades comprendidas entre los trece y los quince años, se mostraban, con raras excepciones, en el mismo tono y tesitura, imagen y apariencia.Las jovencitas asistentes a las clases, ya se habían convertido en mujeres, a pesar de que para la hermana Concepción, y solamente para ella, seguían siendo las niñas del curso anterior. Las mismas niñas de antes de la pubertad, sin fuerza ni convencimiento, no digo para imponer su particular punto de vista, algo que podía haber resultado temerario delante de Sor Concepción, ni tan siquiera para intentarlo.Las mujercitas permanecían expectantes. Las drogas y la problemática moral que las envuelve y El latrocinio, y para Sor Concepción, la innombrable prostitución que las une.La hermana Sor Concepción de la Virgen María, la profesora, fue describiendo gráfica y ampliamente, la figura del presunto violador, no solamente de la Ley, , desraizado de la Sociedad, , sucio de alma, repugnante de cuerpo, con la cabellera larga y sucia.Cuando refirió la muerte, producida por su propio hijo, de unos padres que en una ocasión se negaron a facilitarle dinero para la compra de drogas, unas pocas alumnas, no pudieron evitar mostrar sus ojos humedecidos por las lágrimas.Pues tened cuidado, seguía enfatizando la monja mientras fijaba sus fríos ojos en tres de sus alumnas, aquellas que os dejáis acompañar por esa tribu de melenudos. Ante su determinante y encendido monólogo no se permitió ningún resquicio que propiciara una hipotética objeción; es bien cierto. Pero una niña llamada Vanessa, las más cualificada de aquellas tres señaladas por la fría mirada de la profesora, sin demasiada convicción, es cierto, se atrevió aquel infortunado día del mes Mayo, a preguntar:Sor Concepción pudo decir,luego de un leve intento por intervenir ¿Cristo no llevaba melena ? Luego de un corto y frío silencio, aquella inocente niña pudo comprender de qué manera, había logrado el suspenso más significativo de su vida escolar en secundaria.
Rober Bores y Luís 5-07-96