lunes, junio 16, 2008

DOS COPITAS DE ANÍS

Como de costumbre, madrugado precipitadamente del refugio para pedir su copa de anís, Juan se acercó a la barra. Luego de un momento de serena impaciencia, el camarero sustituto del dueño por un día, le acercó lo deseado. El citado Juan, que gozaba de una fama de persona informal y se le conocía por su avidez por disfrutar inmediatamente de cualquier cosa, en tanto que el atareado camarero iba y venía de uno a otro lado, lanzó una mosca viva, que ocasionalmente volaba sobre la transparente copa, dentro de la citada.
Al momento, mostrándose enfurecido, favoreciendo el tumulto desbordado de los presentes, le hizo llegar al joven camarero, su simulada y a la vez razonada queja. Este, notablemente sorprendido y pidiendo disculpas, procedió no sin una dudosa convicción, al cambio de la copa de anís. Sin retirar la copa con la ennegrecida mosca.
El descarado, un aprovechado de aúpa, se metió de golpe la copa al cogote, sacó la mosca de la otra copita, y con un movimiento estudiado y rápido, se tragó el contenido de un golpe todavía más seco.
A continuación, con un gesto colmado de suficiencia, de un jarro de agua cercano a su lugar, colmó la ya vacía copa del repugnante insecto.
En un impreciso instante, otro joven que también pidió una copa de anís, llevado seguramente por una biológica necesidad imperiosa, que no le permitió detenerse, se dirigía al “meódromo”, al parecer una estancia poco aseada, según se desprendió de la actitud que se reflejaba en la cara del usuario, en el momento de regresar a la barra.
La copita solicitada la había depositado discretamente, el ya nombrado Juan. Sin pensárselo dos veces, no obstante haber olido el contenido del blanco cristal, el recién llegado, lo tragó de golpe. ¡ Agua ¡ Esto es agua- gritó.
El camarero, obligado a disculparse de nuevo, aunque confundido, llenó con diligencia una nueva copa. ¿ Cuánto es ? – preguntó “ un poco mosca “ el parroquiano.---,
Nada, se disculpó el camarero- Hoy invita la casa...
Seguidamente Juan, cuando el desconfiado cliente hizo intención de salir, le siguió y golpeando con suavidad su espalda, casi le arrastró hasta la calle.
¿ Qué ha pasado ?- dijo simulando un desmedido interés.-
Pues que me ha servido agua.
No se lo tenga en cuenta, ese camarero es un chico muy simpático.
Despistado si que lo es, respondió el otro.
Pues mira ahora que lo dices tengo que darte la razón; es un buen principiante.
Novato si que es. Seguramente más que yo mismo.
¿ Quieres decir ?- respondió Juan – en un intento por disimular su irónica risa.
¡ Vaya par de jamelgos ! - se oyó desde la barra –

Robert Bores Luís
P.de A. 7-11-l997

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