sábado, enero 13, 2007

CONTRASENTIDO

Hoy, no se por qué razón, no tengo ningún tema para escribir. Puede ser que tenga el cerebro lleno de impresiones extrañas. Unas sensaciones las cuales se amontonan sin ningún sentido razonable que no me permiten deshacer y aclarar el fondo tan extraño que las produce. No puedo llorar ni tan sólo reír. No me siento triste, ni contento, ni desencantado, ni tan siquiera indiferente. Hay tantas cosas sin sentido alrededor de estas horas que me cuesta entenderlas. Mi corazón, no obstante, desea seguir amando.
He oído a una mujer decir - quiero morirme - Una muchacha que empieza a vivir, joven, dulce, hermosa me ha hecho pensar por qué, qué causa o problema puede padecer un ser tan bien dotado que hace nada más un rato que se encuentra en este mundo. Que pensamientos tendrá cuando llegue a mi edad. Que esperanza puede esperar de esta vida, si ni siquiera puede gozar de ella misma, de los amigos, de los familiares, de los pájaros, del sol, del frío, de la lluvia, del propio latido de su tierno corazón.
Qué tipo de enfermedad debe de estar padeciendo, y todavía me pregunto por que desconocida razón, ella que lo tiene prácticamente todo, quiere dejar de respirar. Dice que el mundo es una selva, que no hay vergüenza,, ni moral, ni confianza de ningún tipo. Que estamos dejados de la mano de Dios. Y que no hace falta más que ver la "tele".
Cómo podría hacerle entender que, a su lado vive un ciego, un cojo, un manco, un impedido, otra chica que ha padecido la muerte de su padre y enseguida, la muerte de su madre, siendo a continuación abandonada por su propio mando. Que ha sufrido además, un accidente que la ha obligado al uso de unas muletas para poder moverse.
Yo nací dos años antes que estallara la guerra. Mi padre falleció a los treinta y siete año, después de luchar en África y mi madre murió a los cuarenta y dos años. Cuatro niños quedaron huérfanos. No teníamos nada de nada, ni siquiera un sentido de esperanza. Una esperanza por otro lado, que nunca la hemos sentido ausente. No teníamos más familia, y aquella que fue, nunca pudo hacer nada por nosotros, tal vez un generoso intento por encontrarse en el otro bando. Fueron necesarios cincuenta años para encontramos; aquellos que tuvimos la suerte de sobrevivir.
He oído a otra mujer, una abuela de cerca de ochenta años, que además, cantaba una cancioncilla infantil, con un dulce y alegre talante, por que había oído el canto de una abubilla, la cual sin asustarse de la presencia de la abuelita, caminaba delante. Y gozando de su larga vida se reía - por que hoy - me dijo, me visitarán mis nietos, unos ángeles que me hacen muy feliz.
Me pregunto por que razón, los jóvenes de hoy, viven ausentes de todas las maravillas que siguen estando tan cerca de ellos. Por qué sufren si les falta cualquier cosa, si tienen más de lo necesario para vivir contentos, llenos y a la vez felices. Los padres todavía luchamos por ellos, todavía les escuchamos, todavía les ayudamos, y por encima de todo, deseamos que sean ellos mismos. Vuelvo a decir que el hombre de hoy goza de demasiados juguetes, que no es consciente del privilegio que supone abrir los ojos cada día, ver el sol, igual que ver la luna y las estrellas y por encima de todo, sentir que muchos tienen suerte, que mucha gente es feliz, que la mayoría ríe al mismo tiempo que su prójimo, los amigos los conocidos, los compañeros, los maestros, los colaboradores, aquellos que siguen siendo leales al que les dio trabajo, a los amigos del que les dio trabajo.
Lo más triste de todo es vivir vacío, sin esperanza, sin fe, sin posibilidades de evolución por convicción propia, quemando las horas y los días, en actitudes y hechos sin ningún sentido. Un sentido que no se decide ni a leer un libro, escuchar una melodía, pintar un cuadro, escribir una página, ayudar al enfermo, que pasea a su lado, y todavía cerrar los ojos a la dulce realidad del dulce sonreír de un niño.
Deberíamos entender por qué hay tanta gente que pasa tanta hambre, que por esta misma razón no han tenido todavía ni la posibilidad de aprender a leer, una necesidad ineludible si han de andar en este mundo luchando por conseguir el más mínimo triunfo. Ver a esta juventud, vestidos, alimentados. Protegidos y a la vez inconscientes de todo cuanto disfrutan, es el único desencanto que pueden sufrir sus padres. Unos padres en muchas ocasiones, satisfechos con la actitud de los hijos luchadores, conscientes y consecuentes con sus circunstancias, sin miedo a la muerte si viven convencidos de su inmenso valor, decididos por encima de cualquier situación, a no perder el bien capital de la dignidad.
Confiemos y esperemos que, una vez conozcan el sentido de esta vida, se lancen al sentido común, un sentido poco común dicen, que solamente lo hemos de encontrar en las posiciones razonables, fuertes, confiados, rodeados de la vergüenza y responsabilidad que un ser con cerebro, se debe a sí mismo. Lo primero que hemos de hacer es ser dignos. Este es el aspecto más determinante de nuestra existencia en la tierra. Tendremos más de lo que esperábamos, aunque a veces, podamos dudar ser merecedores de la más pequeña fortuna.
La bienaventuranza nos envuelve casi cada día, atémosla cuando la tenemos, gocemos de ella sin pensar que, en un futuro, ha de ser toda nuestra.. La tan deseada felicidad del futuro la tenemos ahora, no obstante, en demasiadas ocasiones, no estamos lo suficientemente despiertos para llegar a conocerla También para entender las sensaciones extrañas y ser feliz, es necesario soñar despierto; aunque nada más sea de tanto en tanto.

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