domingo, enero 21, 2007

EL RETABUL DEL TARAN, TAN, TAN...


En primer lugar, quiero agradecer los mensajes anónimos que voy recibiendo, los cuales me animan a seguir en Internet. Esta es la principal razón por la cual escribo en mi ventana de los Instantes perdidos y otros sueños, el título de hoy. Y lo hago con la esperanza de que algún ilustre romaní me pueda hacer llegar el significado de tan original expresión
En un pueblo de castilla la vieja, cuyo nombre y su gente nunca olvidaré, viví hace muchos años una inolvidable experiencia : el inesperado encuentro con un gitano castellano. Su aspecto y su personalidad se hacen difícilmente imaginables por tratarse de un calé precisamente.
Vds., seguro que ya habrán instintivamente imaginado el aspecto personal de aquel gitano. Seguro que lo han visto a una nariz pegado, una nariz aguileña, como igualmente con una larga melena negra caída entre los hombros. Una generosa melena que cubre parcialmente su camisa, que en este caso concreto, es una camisola cubierta por una chaqueta negra.
Es verdad que era moreno, pero no cetrino. Y puedo asegurarles que su corte de pelo era más parecido al aspecto de un artista de cine que a un cantaor de flamenco, tan solo por compararlo con alguien conocido.
Nunca, en ninguna ocasión, le vi sólo. Siempre le acompañaban, discretamente atentas una gitanilla joven y otra gitanilla niña, posiblemente sus dos hijas. Nunca les oí articular palabra alguna, pero terminé convencido de que recordaban integramente cualquier conversación de su estimado padre.
De mediana estatura, de complexión fibrosa y elegante, llenaba el contoneo del camino con un paso leve y airoso que me recuerda la lenta media verónica del torero.
Creo recordar que vendía y compraba ganado lanar, las conocidas churras y merinas, junto a cabras negras y en otros caso blancas. Es el caso, un caso determinante y llamativo que, la seriedad de su actuación profesional, que lo era, ni podía ni quería admitir una conversación insulsa; o le compraban o le vendían, pero no permitía la falta de atención. No reía nunca ni mucho menos las bromas dirigidas con menosprecio hacia su actuación siempre responsable; o compraba o vendía pero no perdía el tiempo en necedades. Algunos se reían por temor a que les convenciera, a que les vendiera, sin enterarse de si en realidad ganaban o perdían.
En esta situación, cuando el gitano percibía que sus interlocutores andaban por los cerros, les cortaba la palabra o la risa con "el retabul del taran, tan, tan...a modo de despedida. A mi me da, que esa era la manera de hacer entender a los otros, que se salían de madre, que se iban por las ramas y que no estaba dispuesto a perder el tiempo..Las niñas, seguían sin decir nada.
Luego, el gitano de chaqueta negra y camisola blanca, cruzaba por la Plaza con un paso entretenido, flotando entre las chispas relucientes de sus zapatos negros. El retabul del taran, tan, tan. Se acabó lo que se daba.,
Roberto Bores Luis 21-01-07

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