jueves, diciembre 28, 2006

MIS AMORES SECRETOS

No la había visto desde mucho antes de la Navidad. Seguramente por que al ser tan frío el tiempo no le apetecía salir. No es que saliera mucho tan sólo aparecía cuando salía el sol. Pero cada día, estaba bien dispuesta a recorrer las calles más estrechas, las calles solitarias casi siempre, las más cercanas a la panadería. Yo había comprado el semanario cuando la vi pasar, pequeña como siempre, delgada como siempre, con una bolsa de pan en la mano izquierda y un bastón de madera en la derecha, que domina el leve vaivén de su menudo cuerpo, con el paso tan lento como aquella esperanza que parece que no haya nunca de llegar. Su pelo luce blanco, y el blanco de su piel, junto a sus ojos grises, brindan la intensidad de su mirada tan limpia y soñadora que encierra un mundo colmado de pasados y presentes. Es la viva imagen del amor quien mueve su sonrisa, tan sencilla en el porte como la viva luz de las estrellas, esas que alumbran sin razón determinada, el mundo que las mira y las admira. Es como la nada que llena como un todo la cierta inmensidad de su presencia. Dulce y sencilla como la voz auténtica, el limpio sentimiento de la vida, que vive por vivir sencillamente. Sin dobleces, sin conmociones vanas, de pretensión y orgullo. Es como es, sin egos ni rencillas, sin dobleces y sin vanos afanes que cambien la verdad de su verdad. Vive, como debe vivir, siente como cree que debe de sentir, convencida de su autenticidad sobre la tierra, de su destino cierto de personaje anónimo, como el actor excelso que cumple su papel sin esperar aplausos. Ella es así de sencilla, con la fuerza vital que me apasiona, una fuerza titánica, como el junco flexible vencedor de las rudas tormentas del desánimo, de la hecatombe mortal de las tristezas, de la muerte anunciada en cada sueño. La bese en las blancas mejillas, beso de gratitud, como la beso siempre, y como siempre, siento que su bondad me dulcifica el alma. No como aquella mirada triste de la joven llorosa que, cruzaba ante mí sin saber que cruzaba y se clavó de golpe en mi retina, para helarme un corazón de cristal que se rompió en astillas. Nunca he podido entender por qué la juventud ha de vivir tan trágica. Pero ella es distinta, única, especial; es la razón viviente, la conciencia universal del latido pleno de realismo, que no vuelve la vista atrás por que no quiere, por la sencilla razón de que el pasado, es el archivo de los malos recuerdos La verdad, lo universal y cierto sigue haciendo camino, Angel de la belleza de las formas morales de los cielos, como he de agradecer tu cariñosa sonrisa, aunque nunca has de saber cuanto te quiero, esa sonrisa que me ayuda a creer en lo increíble, que hace latir mi sangre ya oxidada, dormida en ese sueño universal que nos envuelve a todos, presos de la esperanza y los afanes que, tal vez por no entenderlos, no conseguimos llegar a ser felices al descubrir por el camino, los muertos en el polvo de esta tierra que envuelta en la tristeza y la impotencia, deshace los sueños ideales que se rompen frente a la iniquidad y la injusticia. Sigue regalándonos la universal pasión por lo más cierto, el amor a la vida, la comprensión del cruel dolor ajeno, que tu, vas convirtiendo en gloria. La gloria que milita en lo pequeño, en la inocencia del niño, en la pasión del hombre encanecido, que llena los instantes de una vida repleta de victorias ignoradas, y de dolorosas derrotas que no debieron serlo; principalmente por tus besos y por los muchos otros besos, gracias por ser feliz y ayudarnos a serlo.
Robert Bores

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