domingo, abril 08, 2007

LA ROSA Y EL GIRASOL

Miramos a nuestros semejantes sin ser capaces de captar su imagen real. Nuestros ojos creen ver la realidad aunque, la mayoría de nosotros pretendemos ver la apariencia de una imagen anticipadamente imaginada. Una falsa realidad.
Si miramos un cuerpo, deseamos descubrir una escultura perfecta para seguidamente, rechazar cualquier modelo que no refleje nuestra preferencia prefijada, es decir, a nuestro personal modelo. La rosa dice que es bella y el girasol, que es perfecto. Y tienen los dos razón
Vosotras, las adictas a la televisión de la actual banalidad, nos deberíais envidiar los trallazos que de sus melenas, como apremiante picadura de piojo hacen las supuestas beldades aparecidas en la caja colmada de luces que esconde tantas sombras. Por otra parte mesarse el cabello no es más que otra muestra de inseguridad.
Si deseáis consideraros más o menos feas, cosa por demás inexacta como veréis más adelante, tened un poco de paciencia. Esperad que sonrían, que hablen, que gesticulen veréis entonces las ventanas iluminadas de la triste y fría soledad de las calles de sus almas, esas calles oscuras que sólo raras veces se iluminan al aparecer en esos mercados de voces estridentes, de contenidos insulsos y vacíos. Los trapos sucios deben seguir lavándose en casa. La virginidad no precisa defensa ni mucho menos publicidad.
No tengáis ninguna vergüenza cuando os miréis en vuestro espejo. No sois feas, sois distintas, diferentes, especiales, únicas. Distintas como son todas las flores, todos los paisajes, todas las miradas. Casi seguro que habláis mejor, que sonreís con mucha más dulzura y transparencia, que tenéis más personalidad, mayor presencia, más gracia, más humanidad, mucha más vergüenza.. Elegid lo que ya conocéis La mirada ardiente y penetrante de vuestros ojos negros. Quizás la interminable serenidad de vuestros ojos grises, “aquellos ojos verdes serenos como lagos “ o tal vez la dulce miel en la mirada de los marrones ojos.
Vosotras, que os consideráis más o menos feas, vosotras, sois normalmente las madres de los hijos más bellos, como son las flores, como son las letras leídas o recitadas, como es el sabor del chocolate blanco o negro, como es la música, con más o menos bemoles, para llenar la sinfonía de nuestro sentimiento, el humano equilibrio de la vida. Vuestras manos de seda, imaginada perfección, que serenan el semblante de un niño entristecido con la leve humedad de una lágrima imprevista. Labios rojos, pasiones del dulce denuedo de la propia vida, rozando la mejilla del infante casi siempre.
Recordad que aquel conjunto esbelto, que aquella joven de dudoso virginal desnudo, de pantalla o papel, no es más que un modo material de entender la vida. No puede corresponder con el sentido espiritual que anida en cada individualidad. Ganar dinero a cualquier precio despersonaliza y produce el decaimiento de los valores personales. Vosotras debéis ser conscientes para evitar esa pérdida programada de vuestra personalidad exclusiva. Forjad vuestra escultura, la esculpe de la serenidad interior, la escultura de vuestros valores.
Y por último no debéis olvidar aún siendo girasoles, si es que así os veis, que para otros muchos no precisamente como yo seguiréis siendo tan bella como una rosa. O más todavía.
La rosa dice que es bella. Pero dice el girasol: no hay estructura más bella que pueda brillar al sol.


ROBERTO BORES Y LUÍS
26-07-2004

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