domingo, agosto 05, 2007

UN SERVICIO CONTUNDENTE

A pesar de su ingente altura y su fornido aspecto, lo más impresionante de su presencia, se debía al uniforme que vestía. Un uniforme azul oscuro con el distintivo del cuerpo de la guardia municipal.

Un fin de semana, durante el servicio de vigilancia nocturna en las cercanías de un club de alterne, uno de los indeterminados locales repleto de personas de una amalgama indefinida, le llegó desde la distancia, la chanza ruidosa de un grupo de personas en plena bronca. A pesar de que como de costumbre, solía en estos casos mantener un sentido de la distancia, se vio obligado a intervenir tal y como su condición le exigía.

La experiencia profesional le aconsejaba no perder la calma en situaciones extremas, como le pareció que era la sorpresiva aunque esperada de esa noche. El agente Pablo, espectador improvisado del suceso, gozaba fama de flemático, una fama que se había ganado en todas y cada una de las circunstancias de sus intervenciones en este tipo de encuentros.

La serenidad, el valor personal así como su responsabilidad, le conferían el respeto y la confianza de sus mandos superiores. Una confianza no del todo consolidada pues la autoridad, de siempre, ha de prevalecer por encima de cualquier apreciación sea o no problemática. Al llegar al lugar del ruidoso suceso, pudo notar que el aire se volvía mucho más opresivo.

En el grupo inquieto y desordenado se mostraba la cantidad de alcohol que sus integrantes debían haber ingerido, cuando sus voces se alzaron inesperadamente en un tono mucho más violento. En el momento de su llegada, algunos jóvenes alejados del grupo le miraron con un interés repentino. No le esperaban y la aparición de su imponente presencia, sin llegar a ser agresiva, actuó como un verdadero sedante.

Se produjo el silencio en tanto que, el grupo integrado por tres parejas todavía ajenos a su autoridad, seguían con insultos e imprecaciones. El agudo e insistente tono del altercado lo sintió como si le hubiese entrado una cuña por el oído. A pesar de su actitud serena y decidida no evitó sentirse violento al acercarse a los actores de la pelea.

Un numeroso grupo de las personas de las cercanías se reían en tanto le observaron con insolencia, como si se tratase de un objeto de burla, de disimulado aviso, mientras cuchicheaban pendientes de la actuación del municipal, la cual imaginaron inmediata y muy decisiva. El agente Pablo se enfrentó al grupo con el rostro sereno, omiso de toda expresión, pero nadie fue capaz de detener su acción...

Sin gesto ni palabra, en un alarde de fuerza y precisión, placó al individuo que parecía el más peligroso de todos. Ante la determinante iniciativa de Pablo, el grupo, se separó sorpresivamente enmudecido. El silencio volvió a caer como una losa. Luego de una paciente observación, cara a cara y ojo a ojo, hecha la comprobación de que nadie estaba herido, se oyó la voz serena de Pablo.

---Muchachos –preguntó complaciente- ¿por qué no lo dejamos para otro día?

Una risotada general rompió el mutismo beligerante. Enseguida, uno por uno, más de uno sangrando por la nariz, otros rojos, con el color rojo caído en las camisas, se dispersaron. El más violento, al lado del municipal cuando todos los demás habían desaparecido, seguía silencioso.

---Dime - preguntó el agente- ¿por qué razón os peleabais?

---Han insultado a mi novia - respondió el chico. Gracias agente – siguió con un tono compungido – seguro que hoy podía haber ingresado en prisión.

--Sigue así muchacho, sigue así...como hoy...pero con más cuidado.- terminó por decir el conciliador Pablo.

De repente, las luces de otra patrulla en servicio terminaron por hacerse presentes, de seguro alertados por los vecinos de la discoteca, y una vez comprobada la situación hicieron por encontrar al compañero Pablo. Las sombras azules de sus uniformes se acercaron lentamente, escoltados por la seguridad que la distancia otorga a los hechos de las circunstancias ya resueltas; la seguridad de la acción y la responsabilidad del deber cumplido.

--- ¡Pablo ¡- se oyó gritar -

--- ¡A sus ordenes ¡respondió de inmediato.

--- ¿Va todo bien?

--- Todo va bien, repitió con una inapreciable y a la vez enigmática sonrisa.

--- Que tengas un buen servicio

----Muchas gracias, eso espero...

Y a continuación, el humo de un cigarrillo siguió, entre las sombras, hacia un destino impreciso

Roberboresluis@hotmail.com

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