domingo, agosto 26, 2007

CUANDO NO SE QUIERE SER NADIE, NO SE ES NADIE

Como siempre y como si nada pasara o hubiera de pasar, por muchos razonamientos o conceptos que en su cerebro se registraran, ignorante de todo, alejado de todo, de la luz, del pensamiento, de la razón, incluso de la música, el arte o la misma poesía, iniciaba el camino de su nuevo día, pensando solo en si mismo, para hacerse presente en las imprecisiones de su propio presente; el gusto culinario, el regusto del vino de la bodega huido, la proximidad de la fémina, aquella que desenfadada y deleitosa, le servía el pescado caliente en las bandejas y los platos de una cocina ardiente, envuelta en nubes de humo, rellena de sabores, de aceite requemado. Salido de la mina donde el grisú explotó !Nihil mirari ¡-no maravillarse de nada- se repetía siempre. Sólo esa frase que recordaba de un cura franciscano que le salvó la vida después de la mortífera explosión, una explosión que, a pesar de todo, perdonó a cuatro compañeros encerrados en aquel averno pavoroso de la más negra profundidad, vivía en su cerebro. Después de treinta y cinco años en la mina, después de tantos sueños olvidados, luego de tantas ilusiones rotas, aún más, desmembradas Pagano, que así le llamaban los compañeros, por que no creí en Dios, ni en nada que sonara a celestial, incluida la fe, el remordimiento, o la paciencia filosófica, y no el epicureísmo, como tampoco la noción de Apocalipsis que los como él cercanos a la muerte, nunca terminaron de soñar. Se tiene todo cuando se tiene todo, pero cuando se está a punto de perderlo todo, ha llegado el momento de desearlo todo. Pero el que no ve nada, aquel que no tiene nada, por ignorar todo cuanto existe de verdad, no sabe casi nunca lo que quiere, por que no ve ni intuye. Y así proporcionalmente provecto a sus ansias corporales desmedidas solamente el deseo corporal del humanoide le lanza a la búsqueda desenfrenada de los placeres, conocidos o desconocidos, que vacían todavía más, la dignidad de un cuerpo con cerebro. Nada de responsabilidades, nada de proyectos, nada de sentimientos, solamente el deseo incontenible de vivir la vida, perdido en los supuestos placeres materiales, por más cortos, extraños y vulgares, que la realidad dibuje. Vivir así, tan sólo por vivir, eso no es vida. Pero Pagano mantiene su cerebro anquilosado en el miedo que nunca superó, un miedo terrorífico, un temor invivible, que le persigue siempre y no le abandona nunca. Seguía viviendo en la oscuridad que le encerró en la mina y aunque la luz ilumina con timidez su alma, no llega a encender el sol de su conciencia; esa luz se ha fundido. Comer y beber hasta que muera es pura decisión del tal Pagano. Pero la vida es otra dirección tangencial, que se cruza ante los ojos ya cerrados, puesto que la vida termina cuando cesa sin más interferencias que la muerte, esa que sigue caminando detrás de todos nosotros como sombra incansable, inabatible. ! Nihil mirare¡-oyó detrás de sí inesperadamente una mañana. Tú eres Pagano? ¿ Quién me llama?- respondió sin ni siquiera volverse. Soy solamente un cura- replicó el franciscano. Perdone padre- pero no le conozco. ¿Estás seguro? Repitió la voz. Y cuando se volvió para descubrir al hombre que le hablaba, se le escapó la risa. Una cínica risa tan fría como la indiferencia del agnóstico convencido que nunca aceptara otra visión que no sea la suya, la propia, la deseada por encima de cualquier otra posibilidad, que se aparte de sus preferencias materiales, ausente del confortable sentimiento de amistad que une a las pacientes almas que siguen el mismo camino que ha de acabar en muerte. En una muerte sorpresivamente dulce, colmada de esperanza, segura de recibir el mismo bien y la misma bonanza de espíritu que, aunque envuelta en las incertidumbres presentes en el esfuerzo personal, les brindó a muchos otros. Yo soy - siguió hablando el franciscano - “ la vera effigies del amigo “ dando a entender la importancia de la relación interesada por el otro, esa intención difícil de apreciar por cuantos la reciben de forma gratuita. -! Déjeme padre ¡- casi gritó Pagano. Y siguió su incierto camino, sin árboles, ni flores... ni camino. Enseguida, a muy pocos pasos, como si fuera un rezo, se oyó la voz del cura; “cuando no se quiere ser nadie, no se es nadie. Y todavía más “tractu temporis convalescere non potest. ( Lo que es absurdo desde el principio y nulo no puede hacerse bueno con el tiempo ).

Roberto Bores y Luís

05-04-2004

0 comentarios: